viernes, 4 de agosto de 2017

Victoria constituyente en Venezuela: retos y esperanzas Christian Farías

Victoria constituyente en Venezuela: retos y esperanzas

Contra la intensificación del aumento de los precios de los alimentos y bienes de consumo masivo, tales como medicinas, calzados, vestidos, transportes, repuestos y accesorios para vehículos, gas doméstico, entre otros; para desesperar a los pobres y hacer estallar la rabia y la desesperación en violencia y guerra civil, como objetivos de la guerra económica del capital contra el pueblo.
Contra el incremento de la manipulación de las informaciones y la invisibilización de las obras de bienestar social del proceso bolivariano, para generar la disociación psíquica-emocional que desconoce esa realidad y la sustituye por la de un país estancado, arruinado y cayéndose a pedazos, como propósito central de la guerra mediática.
Contra la sostenida labor de los medios de información capitalistas (TV, Radio, INTERNET, revistas, periódicos, videos, redes sociales, etc.) orientada a la estimulación del consumismo materialista, la práctica aberrada de la sexualidad, el consumo de licor y drogas ilícitas, la violencia física, ética y moral, así como las creencias y prácticas supersticiosas, el desprecio a su propio país y la realidad socio-cultural, especialmente dirigidas a destruir y desquiciar la salud socio-psíquica-espiritual de nuestra juventud, como blanco fundamental de la guerra cultural imperialista.
Contra la penetración de los paramilitares, el estímulo y organización de bandas criminales, grupos de vándalos y terroristas que imponen los trancazos, las quemas de vehículos, negocios, instituciones, objetos y seres humanos vivos; las guayas para degollar motorizados, las barricadas, los asesinatos con armas de fuego, el peaje, el secuestro, el robo y venta ilegal de armas, el irrespeto al orden ciudadano, las autoridades, las instituciones, las normas y reglas de la convivencia sana, fraternal y pacífica, con el fin último de imponernos una dinámica de auto-destrucción, dentro de espirales perversas o círculos viciosos de sangre, dolor, muertes y lágrimas como parte de un contexto terrible de guerra criminal.
Contra las agresiones diplomáticas, montadas por el imperialismo norteamericano desde la OEA y a través del títere Almagro, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, gobiernos entreguistas e indignos de burguesías apátridas, arrastradas y sumisas de Colombia, Brasil, Argentina, Chile, Perú; y sustentadas en el uso instrumental de los efectos informativos-mediáticos de las cuatro modalidades de guerras antes referidas, con el objeto de justificar la injerencia imperial en los asuntos internos de Venezuela para consumar una intervención armada contra nuestro país, en el contexto de la denominada guerra diplomática imperialista.
Contra el atrevimiento y la insolencia estúpida y brutal del presidente imbécil de Estados Unidos, el empresario capitalista burgués Donald Trump, quien haciendo gala de la mayor torpeza diplomática, se atrevió a amenazarnos e imponernos sanciones económicas, si nuestro presidente Nicolás Maduro consumaba su propósito de realizar la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, en clara demostración de guerra injerencista-intervencionista y de agresión imperialista.
Contra todo ese dispositivo, complejo y multifactorial, de esta guerra multidimensional y no-convencional, puesta en marcha desde las estructuras del poder burgués, fascista-apátrida, criminal de la derecha política de Venezuela que, como ya se ha hecho evidente y sin lugar a dudas, es alentada, financiada y monitoriada por el amo imperialista del Norte; los patriotas revolucionarios reafirmamos nuestra convicción de defender la patria hasta morir por su dignidad, su grandeza y su libertad, activando el Poder Constituyente que nuestro pueblo asumió y eligió.
En tal sentido, invocamos las voces firmes e irreductibles de Guaicaipuro, José Leonardo Chirino, Simón Bolívar, Miranda, Sucre, Ezequiel Zamora, Cipriano Castro, Fabricio Ojeda, Argimiro Gabaldón, Hugo Rafael Chávez Frías, Apacuana, Luisa Cáceres de Arismendi, Manuela Sáenz, Livia Gouvenier, Argelia Laya y tantas otras heroínas y héroes de nuestro pueblo, para expresar ante el mundo que el pasado domingo 30 de julio, triunfó la voluntad del pueblo bolivariano con la realización del proceso eleccionario de la nueva Asamblea Nacional Constituyente, triunfó el Poder Originario Popular, triunfó la Paz y triunfó el liderazgo político e institucional, revolucionario, bolivariano y chavista de nuestro presidente Nicolás Maduro.
Ante esta nueva realidad histórica de hoy, llena de grandes expectativas y renovadas esperanzas, del lado del pueblo y su gobierno; y de continuidad del asedio, las amenazas, chantajes y ataques criminales, del lado de la oposición apátrida y fascista, es necesario revisar un poco el pasado que nos antecede para ver más claro los retos del presente y las esperanzas del porvenir inmediato. Tal como exactamente hace 18 años, lo supo hacer el comandante Chávez cuando convocó al Poder Constituyente en el contexto de la democracia formal representativa del viejo Estado burgués, rentista, atrofiado, dependiente y pro-imperialista.
En efecto, en 1999, ya electo presidente de la República, al comandante Chávez le entregan un Estado anti-popular, corrompido y degradado moral y éticamente, sin consistencia constitucional ni legitimidad popular. Era un Estado esquilmado por las burocracias perversas del puntofijismo que se alternaban en el poder (AD-COPEI) y cercenador de los derechos humanos, la libertad de expresión y organización política. Frescas están en nuestra memoria colectiva las persecuciones, encarcelamientos, torturas y asesinatos de dirigentes políticos de las organizaciones de izquierda: PCV, MIR, MAS, MEP, CAUSA R, PRV-RUPTURA, LIGA SOCIALISTA, BANDERA ROJA y otras, que la Comisión de la Verdad tiene que investigar y aclarar para establecer responsabilidades y hacer justicia.
El de 1999, era un Estado indolente y hambreador del pueblo, entreguista, traidor, represivo y criminal; un Estado que había llegado al límite histórico de masacrar a los pobres, a los desamparados, los hambrientos y condenados de nuestra tierra, a los despectivamente llamados “marginales”, por la sociología burguesa de la época. Recordemos aquel amanecer del 27 de febrero de 1989, cuando ya cansados y hastiados de sub-vivir en la desatención, el abandono, la miseria y el hambre cada vez más crecientes; en contraste con la riqueza, el lujo y el confort acumulados del lado de los poderosos; esos ”marginales” dijeron basta y asaltaron el transporte, los comercios, almacenes y otros sitios, al grito de ¡Saqueo! ¡saqueo! Sin tener aun plena conciencia de lo que históricamente iba a significar aquel atrevimiento del vivir contra el morir.
La respuesta oficial inmediata, dada por el presidente de la República, el señor Carlos Andrés Pérez, fue disparar y masacrar al pueblo, imponer la suspensión de las garantías constitucionales; perseguir y encarcelar o asesinar a los líderes populares; imponer los allanamientos, las torturas, los vejámenes y la humillación, hasta desmoralizar y someter por la fuerza de los cañones y las balas, la rebeldía colectiva, espontánea y legítima de todo un verdadero pueblo.
Y de esa vorágine urbana represiva y genocida, quedó fijada en nuestra historia contemporánea la imagen emblemática de El Caracazo y la estampa fúnebre del cementerio de “La peste” con sus montones de cadáveres echados allí como si fueran viejos escombros de la ciudad maniatada y sometida en lo más palpitante de su existencia: los habitantes de los ranchos de los cerros que habían bajado en busca de la justicia y encontraron la muerte que, como un tributo inexorable, abría las nuevas páginas de la historia.
El Caracazo es la primera insurrección civil de gran magnitud; pero derrotada, que marca el cierre trágico del siglo XX venezolano y dejó su huella profunda e imperecedera. De allí vino, tres años después, la insurrección militar del 4 de febrero de 1992 encabezada por el comandante Hugo Chávez, también derrotada y de igual profundidad en sus huellas. Y diez años más tarde e inmediatamente después del golpe de estado del 11 de abril de 2002 contra el presidente constitucional Hugo Chávez, estas dos huellas profundas se reencuentran, se hermanan y fusionan en una sola gesta irreversible: el contra-golpe del 13 de abril que sella la unidad cívico-militar patriótica, popular y revolucionaria que hoy es la garantía invencible e indestructible del proceso revolucionario, bolivariano-chavista.
Con estas anotaciones esquemáticas, simplemente queremos ubicar la actual Constituyente en sus antecedentes históricos más significativos para interpretar adecuadamente el nuevo sentido histórico del actual proceso constituyente que nuestro pueblo está inaugurando para el nuevo salto que la historia nos reclama. En tal sentido y por ahora, puntualizamos los siguientes elementos:
1.- Si aquella Constituyente de 1999, se convocó con el objetivo de crear un espacio institucional para sepultar la Constitución “moribunda” de la democracia “puntofijista”, formal, pervertida, corrompida y quebrada de la IV República; y crear una nueva Carta Magna, más avanzada, como fundamento doctrinario-constitucional para refundar la República con base en la doctrina del Libertador Simón Bolívar y emprender la construcción de la nueva democracia participativa y protagónica para dignificar al soberano, atendiendo sus necesidades postergadas o desoídas; ahora, esta nueva Constituyente de 2017, se convoca para conjurar el peligro que representa el estallido de la guerra civil (como lo pretende imponer el poder imperial norteamericano a través de sus lacayos internos); y crear un espacio nacional para el verdadero diálogo de todo el pueblo bolivariano (chavistas y no chavistas) para enfrentar y superar exitosamente la actual coyuntura crítica en la que se encuentra el país.
2.- Si con la primera Constituyente de la historia de la democracia moderna venezolana, se consagró constitucionalmente la soberanía y la independencia política, económica, social y cultural de nuestro país; pero, las relaciones económicas de intercambio desigual con el capitalismo transnacional globalizado y su capacidad para imponernos sus mecanismos perversos, de penetración y control en áreas claves de nuestra estructura económica, siguen intactos en la actual Carta Magna (Artículos 301, 303 y 316, tal como lo ha denunciado públicamente Luis Britto García), esa contradicción debe ser intervenida y superada integralmente en el nuevo texto constitucional para poder ganar la lucha contra la guerra económica en aspectos fundamentales como el control de la inversión extranjera monopolista trasnacional, la administración del cambio monetario y la distribución de las divisas, la fijación de los precios y la recaudación de impuestos; además de blindar nuestra verdadera soberanía e independencia económica, base fundamental del primer objetivo histórico del Plan de la Patria.
3.- Si con la Constituyente de 1999 se logró establecer un cuerpo de derechos y garantías para la inclusión social de los pobres y “marginados” de la patria, incluyendo a nuestra población indígena, como reconocimiento a nuestra condición de país diverso, multiétnico, pluricultural y plurilingüe; la Constituyente de hoy es para blindar constitucionalmente todos los beneficios sociales logrados a lo largo de estos 18 años de revolución, en cinco áreas claves para la superación definitiva de la pobreza, como lo son: vivienda digna y accesible, empleo estable y bien remunerado, ingreso familiar acorde con la capacidad adquisitiva necesaria, servicio de salud médico-asistencial-hospitalario y educación gratuita y de calidad como un solo sistema continuo desde el pre-natal hasta el post-grado.
4.- Si con la Constituyente de 1999, se inicia la nueva democracia participativa y protagónica; pero, quedó intacta la estructura del Estado burgués, centralizado, autoritario, burocrático, corrompido y corruptor, al igual que la estructura y el funcionamiento verticalista, clientelar y sin contraloría alguna de los partidos políticos; y tomando en cuenta que ambas rémoras atentan contra la igualdad de derechos para participar y decidir con lo cual se le ha hecho mucho daño a la democracia; hoy, esa contradicción debe ser superada en el marco constitucional, a través de la reducción, simplificación y control permanente y popular de las estructuras del Estado y el sistema de partidos políticos, por un lado; y simultáneamente, con la ampliación y fortalecimiento de las atribuciones y facultades del Poder Popular como expresión orgánica de la sociedad organizada y sujeto histórico fundamental del proceso revolucionario bolivariano
En consecuencia y para finalizar, decimos que estamos frente a un nuevo amanecer histórico, en cuyo horizonte se erigen, indudablemente, los reclamos urgentes de la paz estable y duradera; el bienestar y la seguridad del pueblo en alimentos, medicinas y servicio médico-hospitalario, gas doméstico, transporte público, calzado y vestido; un sistema de justicia eficaz, severo y ejemplar, de dignificación y prevención ciudadana; una nueva estructura del Estado y del gobierno, depurada de la corrupción, el burocratismo, la ineficiencia, la ineficacia y las mafias perversas que trepan y degradan todo el sistema de la administración pública y las empresas del Estado; un nuevo modelo de desarrollo económico-social, democrático, participativo, diversificado, integral, independiente y soberano, tal como está contemplado en el Plan de la Patria; y el fortalecimiento de los derechos y deberes políticos, sociales, culturales, militares, científicos y tecnológicos del pueblo venezolano, en el marco de la profundización y fortalecimiento de la democracia participativa y protagónica.
En este nuevo contexto, que habrá de desarrollarse en el tiempo inmediato venidero, es indudable el papel estelar que le corresponde al nuevo Poder Popular, que será reconocido constitucionalmente en la diversidad de los ocho (8) sectores sociales que lo conforman debidamente registrados y ahora valorados como sujetos históricos de las transformaciones profundas y necesarias orientadas hacia la construcción del nuevo Estado Comunal como centro de poder del socialismo bolivariano del siglo XXI. Así lo exige la lealtad al Plan de la Patria, legado central de nuestro comandante eterno Hugo Chávez. Así lo entiende la verdadera vanguardia y el pueblo patriota y revolucionario de Venezuela; y así lo entiende y lo viene asumiendo el líder indiscutible de la patria, nuestro presidente Nicolás Maduro Moros.
¡VIVA EL PODER CONSTITUYENTE ORIGINARIO DEL PUEBLO DE VENEZUELA!
¡VIVA EL PODER POPULAR ORGANIZADO EN SU DIVERSIDAD SOCIO-CULTURAL!
¡VIVA LA UNIDAD CÍVICO-MILITAR, PATRIÓTICA, POPULAR Y REVOLUCIONARIA!
¡VIVA EL LEGADO Y LA PRESENCIA ETERNA DEL COMANDANTE HUGO CHÁVEZ!
¡VIVA NICOLÁS MADURO MOROS, LIDER INDISCUTIBLE DE LA REVOLUCIÓN!
¡VIVA LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA!
¡VIVA LA UNIDAD CONTINENTAL Y CARIBEÑA DE LA AMÉRICA INDIA, NEGRA Y MESTIZA !
¡FUERA EL IMPERIALISMO INMORAL Y DECADENTE DE ESTADOS UNIDOS!
¡UNIDAD, LUCHA, BATALLA Y VICTORIA!
Valencia, estado Carabobo, tierra de dificultades y de gloria, a los 2 días de agosto 2017.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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