miércoles, 9 de agosto de 2017

El mérito de la democracia cubana. Por Fidel Castro 9 agosto, 2017 de La pupila insomne

El mérito de la democracia cubana. Por Fidel Castro


De gran importancia es el problema relacionado con el perfeccionamiento del Poder Popular.
Como dije aquí, se podía hablar de muchos otros temas, porque es más amplio que lo que aquí discutimos sobre Consejos Populares, sobre período de duración del mandato del delegado de circunscripción, sobre la recomendación de que pudieran ingresar en ese consejo de administración, o como le llamen finalmente, personas que no sean delegadas de circunscripción y varios temas que aquí se discutieron. Sobre todo de los Consejos Populares se discutió bastante. Quedé particularmente satisfecho de esa discusión, porque vimos ya el resultado de las ideas que hacía falta aplicar para un real perfeccionamiento.
Habíamos tomado la decisión, desde la discusión y los debates sobre el llamamiento del Partido, de ir aplicando todas aquellas cosas en que evidentemente había consenso. Mientras tanto, sí había que perfeccionar los Poderes Populares, algunas ideas había que someterlas a la práctica, no esperar ni un minuto más y eso fue lo que hicimos con los Consejos Populares.
Fue muy agradable percatamos aquí, gracias a la intervención de los compañeros, de que esta idea tiene un excelente uso y aplicación también en el campo, no solo en las ciudades. Para mí quedó despejado, de una manera muy clara, que nosotros tenemos que llevar, de inmediato, los Consejos Populares al campo y a todas las demás ciudades importantes del resto del país. Es un instrumento formidable y de especial importancia en este período especial, aunque creo que la tendrá siempre, porque es la única forma de dirigir, realmente, con eficiencia, los recursos, las actividades, los servicios y las fuerzas de que disponemos.
Durante la discusión de la cuestión de los Poderes Populares se mencionó tres o cuatro veces, de manera muy espontánea por parte de distintos diputados, la idea de que la democracia en nuestro país es la mayor del mundo, que no hay país más democrático que el nuestro, que no hay sistema más democrático que el nuestro. Me agradó mucho escuchar eso. Tengo esa íntima convicción y lo he discutido con algunos visitantes.
Nuestro sistema político, cuando se habla de democracia, no tiene que envidiarle nada, en absoluto, a ningún país de la Tierra, y creo que es mucho el mérito de esa democracia cuando tiene lugar aquí a 90 millas de Estados Unidos y bajo una espada de Damocles que ha estado sobre nuestras cabezas durante tanto tiempo.
Uno de los temas importantes que no se mencionaron aquí, fue la cuestión de la elección directa de los diputados, no hubo tiempo. Claro, está en las recomendaciones del congreso, y también la elección directa de los delegados provinciales.
Tuvimos la suerte de escoger una buena fórmula desde los inicios del Poder Popular. Recuerdo como si fuera hoy el día —y hace mucho más de 15 años— en que se estaba discutiendo este asunto. Nos pusimos a pensar cómo íbamos a elegir a nuestros representantes, ¿por el sistema aquel del candidato único que conocíamos en algunos lugares? Yo sentía verdaderamente rechazo por una fórmula de ese tipo. Digo: ¿Por qué no buscamos otra cosa, no inventamos otra cosa?
Así es como surge la idea de la forma de postulación de los delegados de circunscripción. ¿Quién iba a postular a los delegados de circunscripción? ¿El Partido iba a postular? Yo defendí la tesis de que los delegados de circunscripción fueran postulados por los vecinos en asamblea, después discutimos cuántos candidatos podían ser —en total, ocho como máximo— y si nadie saca más de la mitad más uno, entonces repetir la elección.
Por cierto, a mí casi siempre me tocó ir a dos elecciones, dos domingos electorales consecutivos, porque nunca nadie sacaba más del 50% de los votos.
En aquella idea está el germen de que nosotros hayamos establecido un procedimiento que realmente no existe en ninguna otra parte, en ningún otro país socialista, ni en ningún país capitalista. Es decir, ¿quién postula? El pueblo postula. ¿Quién elige? El pueblo elige.
Ahí nosotros nos colocamos por delante de los demás países, porque en los demás países postulan los partidos, el partido o los partidos, como regla. Son los que hacen las listas, por lo general, de los candidatos; calculan más o menos cuántos votos le va a tocar a cada partido y saben el número de los que van a ser electos, y es el partido el que prácticamente elige a los diputados. Cada uno de esos partidos, si sabe que va a sacar uno, en la lista pone en primer lugar, de acuerdo con su fuerza, al que quiere elegir. Si son 20 y saben que van a elegir seis o siete, les dan los primeros lugares a los seis o siete que desean elegir.
Como regla, en casi todos los países son los partidos políticos los que deciden quiénes van a ser los diputados. No es el pueblo el que postula, son los partidos los que postulan; y no solo postulan, sino que deciden quién va a ser electo ya por ese mecanismo, y eligen un Parlamento; esos Parlamentos a veces eligen un presidente, al jefe del Estado, y eligen después al jefe de gobierno.
Hay muchos países donde el jefe de Estado es hereditario, sencillamente un rey, un emperador; no participa nadie absolutamente en su elección. Fue algo decidido tal vez hace 300 años, es genética la cosa, y así se van sucediendo uno tras otro los jefes de Estado en algunos países que impugnan el sistema nuestro. Yo creo que hay jefes de Estado elegidos hace más de 300 años, es hereditario el cargo.
Un compañero hacía alusión a la cuestión de algunas preguntas injustas que hacían determinados periodistas, y afirmaba el apoyo popular a la dirección en nuestro país. En realidad, soy contrario a las elecciones directas de los jefes de Estado y a las elecciones directas de los presidentes de los Poderes Populares, es una convicción íntima; lo que necesitamos no es gente con mucho poder, con excesivo poder; lo que necesitamos es gente con un poder moderado.
Si en el partido al primer secretario lo elige el congreso, después prácticamente responde nada más que ante el congreso, no responde ante el Comité Central.
Hay ocasiones en que hay gente que le ha gustado la elección directa por el congreso, le da más fuerza, le da más poder por encima de los demás. Si al primer secretario lo elige el Comité Central y no el congreso directamente, tenemos un primer secretario, o un secretario general, o como le llamen, con menos poder que si lo elige el congreso. Tiene que rendir cuenta ante ese organismo que lo ha elegido y que se puede reunir en 15 días o en un mes; de lo contrario, hay que reunir un congreso realmente para cambiar, sustituir, o exigirle cuenta a un secretario del partido.
Lo mismo ocurre con la jefatura del Estado. Es mucho más democrática y más práctica la elección por un organismo colegiado, por una asamblea, porque el individuo que recibe en una elección el voto directo tiene un poder enorme, se puede endiosar y sentirse por encima de todos los demás. Resulta investido de ese poder en una elección después de la cual no tiene que rendirle cuenta a nadie.
Yo encuentro mucho más democrática, mucho más práctica, realmente, la elección por una asamblea, como se elige en nuestro país la jefatura del Estado o del Consejo de Estado; me parece más humilde y más democrática.
En Estados Unidos eligen al Presidente con el 25% de los votos, porque en ese país la mitad de la gente no se molesta en ir a votar.
Tienen dos partidos que son exactamente iguales; podemos hablar casi de unipartidismo en Estados Unidos, porque los dos partidos son igualitos en ideología, en programa, en todo. Allí se turnan dentro de un mismo sistema y lo eligen en unas elecciones generales.
Puede incluso darse el caso, en Estados Unidos, que con la mayoría de los votos no sea electo Presidente, porque puede perder las elecciones en determinados estados que tienen un mayor número de compromisarios, como les llaman, y teniendo mayoría popular no salir electo Presidente, porque se supone que cada estado tiene un número de votos. Se puede dar esa situación.
Tengo la convicción profunda de que lo que necesitan los hombres con grandes responsabilidades en el Gobierno y el Estado en un país socialista y democrático no es exceso de poder, sino un poder limitado, y ese poder tiene que ser limitado por el Partido, en primer lugar, y por las propias instituciones del Estado. Que no se crea un individuo investido de un poder que está por encima de todos los demás y que no tiene que rendirle cuenta absolutamente a nadie.
En el capitalismo las elecciones se convierten en verdaderos concursos. Las campañas políticas cuestan millones y millones de dólares. Existen hasta técnicas desarrolladas de cómo inculcar las decisiones del individuo; las desarrollaron los monopolios capitalistas que aprendieron a hacerles propaganda al tabaco, al cigarro, a la bebida, a los refrescos, a todas las cosas, y es la misma técnica que usan, incluso, en las campañas electorales: movilizan grandes cantidades de dinero para tratar de lograr influir en la voluntad, en la decisión de los electores.
En nuestro sistema político no existen esas campañas, encontramos un método magnífico, que fue el del mérito y el expediente de cada ciudadano para que, a partir de ese mérito y de ese expediente, la gente escogiera el delegado de la circunscripción. Nos liberamos de esa cosa viciosa, realmente viciosa, que son las campañas políticas y politiqueras, que eran las que se conocieron aquí en otros tiempos.
En ninguna de las asambleas para la discusión del llamamiento, en ninguna absolutamente se planteó nunca la cuestión de la elección directa de los diputados. Sí se habló a veces del Presidente del Poder Popular municipal, pero tengo entendido que este problema no se planteó. Se hablaba de perfeccionamiento en general.
Hay otra convicción íntima que albergo con relación a nuestros países y a nuestro país en especial. La convicción íntima es la altísima conveniencia del partido único; es una convicción íntima. En mi vida revolucionaria he meditado muchas veces sobre todos estos problemas, porque el pluripartidismo es el gran instrumento del imperialismo para mantener a las sociedades fragmentadas, divididas en mil pedazos; convierte a las sociedades en sociedades impotentes para resolver los problemas y defender sus intereses.
Un país fragmentado en 10 pedazos es el país perfecto para dominarlo, para sojuzgarlo, porque no hay una voluntad de la nación, ya que la voluntad de la nación se divide en muchos fragmentos, el esfuerzo de la nación se divide en muchos fragmentos, las inteligencias todas se dividen, y lo que tiene es una pugna constante e interminable entre los fragmentos de la sociedad.
Un país del Tercer Mundo no se puede dar ese lujo. Realmente se lo dan muchos, claro que hace rato que se lo vienen dando, y hace tiempo que gran parte de ellos están subyugados y dominados.
Claro que en una sociedad que tenga que enfrentar los problemas del subdesarrollo y tenga que desarrollarse en las condiciones tan difíciles que resulta desarrollarse en el mundo de hoy, es esencial la unidad. Eso lo vio Martí hace más de 100 años. En el año 1992 se conmemora el centenario de la creación del Partido Revolucionario Cubano, se van a cumplir 100 años; pero ya él debió haberlo visto desde antes estaba muy claro su pensamiento sobre la cuestión.
Martí vio cómo las fracciones y las divisiones habían dado al traste con la primera guerra de independencia. Lo dijo y lo repitió muchas veces, y todo su esfuerzo fue para que la nueva guerra de independencia estuviera organizada sobre otras bases. Martí no era simpatizante de aquella Cámara ambulante dando vueltas por todas partes, que consumía gran cantidad de recursos, de hombres, de medios, era un incesante debate en medio de la guerra; tuvo otra concepción de la forma de dirigir la guerra y de la organización del país durante la guerra, y un partido para dirigir la guerra, dirigir la revolución.
Pero las ideas de esta naturaleza no eran solo martianas, eran también bolivarianas, porque Bolívar era partidario de la unidad latinoamericana y era partidario de un gobierno central con gran autoridad. El sabía que había muchos factores de dispersión, de división en aquellas colonias españolas, y defendió con mucha fuerza la idea de una república unitaria con una fuerte autoridad central. No era partidario Bolívar de gobiernos de carácter parlamentario, aunque existiesen parlamentos, porque en aquella guerra larga que tenía que librar, en aquella lucha tremenda por unificar todos los componentes de aquellas sociedades, él veía que era imprescindible la unidad y la autoridad fuertes.
Podemos decir que Bolívar fue también partidario del partido único, al ser siempre crítico incesante de fracciones, fragmentos y partidos. Tanta razón tenía que, al final, los localismos dieron al traste con su gran sueño de unidad, con su lucha por la integración y la unidad, y surgieron muchas repúblicas independientes en un proceso parecido al que está pasando ahora en la Unión Soviética, se fragmentaron. Y luego muchas de esas repúblicas se fragmentaron en estados federales, porque surgió el federalismo frente al criterio del gobierno central, en cada una de esas repúblicas se desarrollaron luchas entre gobierno central y gobiernos locales.
Ya la América Latina pronto cumplirá 200 años de haber iniciado su lucha por la independencia, ¿y qué tiene? Pudo ser la América Latina, la América que procedía de España y de las colonias españolas y portuguesas, mucho más poderosa de lo que es hoy Estados Unidos.
Si América Latina se hubiera unido, a México no le habrían podido arrebatar más de la mitad de su territorio. Si América Latina se hubiera unido, Puerto Rico sería hoy parte de esa América Latina. No existiría un canal de Panamá propiedad de los yankis, ni habría estado esa república colonizada tanto tiempo. No hubiera sido Centroamérica fragmentada, sometida decenas y decenas de años a gobiernos tiránicos, sanguinarios, que han escrito la historia durante casi siglo y medio de ese segmento de nuestra América.
Si América Latina se hubiera unido como querían los fundadores, y como lo quería esencialmente no solo Miranda, que fue el precursor, sino también Bolívar, hoy posiblemente la América Latina sería la nación más poderosa de la Tierra, sin discusión, con sus territorios, su población, sus recursos naturales y su idioma común. ¿Y qué somos?
A algunos no les gustó, hubo quien se puso bravo en la cumbre de Guadalajara porque dije una frase: “Pudimos serlo todo y no somos nada.” Por poco se desmaya uno de los señores que estaban allí, que, por cierto, no es modelo de amigo de Cuba, y empezó a hablar —porque no se ha publicado todo, allí hubo distintas discusiones—, se refirió a la frase del discurso breve aquel de ocho minutos en que dije: “Pudimos serlo todo y no somos nada.” No dije más que una verdad clarísima, ¿qué somos hoy?
Hoy Estados Unidos invade a un país, mañana a otro, pasado a otro, hace lo que le da la gana en cada país. Cuando estaban de moda los golpes de Estado, promovió todos los golpes de Estado. Nadie sabe si vuelven a ponerse de moda, porque Estados Unidos promovió todos los golpes de Estado en los últimos tiempos, empezando por el que dio Pinochet en Chile contra Allende, y golpes de Estado que se dieron en muchos países fueron impulsados por Estados Unidos.
La CIA se convirtió en el maestro, se convirtió en el profesor de más alto nivel de todos los torturadores y de las tácticas de desaparecer gente y hacer horrores. La CIA convirtió la tortura en una ciencia y enseñó a torturar a todos esos gobiernos impuestos por la fuerza.
¿Qué es América Latina hoy? Un conjunto de Estados balcanizados y subdesarrollados. En las raíces de nuestra historia, no solo cubana, sino latinoamericana, hace mucho tiempo, hace casi 200 años se debatieron estas ideas, y hace 100 años el más grande pensador político de este continente, sin discusión de ninguna índole, Martí, vio con una claridad meridiana que hacía falta dirigir la guerra de una forma determinada, a partir de la experiencia histórica, y que hacía falta una unidad muy sólida, que hacía falta un partido para dirigir la revolución. No recuerdo haber visto ninguna otra idea diferente de Martí, ninguna referencia al pluripartidismo.
Les decía que el pluripartidismo era la fragmentación dentro del país.
En América Latina tenemos la fragmentación de los latinoamericanos y, dentro de cada país, la fragmentación de cada país, condiciones ideales para el dominio imperialista sobre todos esos países. Divida a todos los países del Tercer Mundo en veinte pedazos y el camino de la hegemonía mundial del imperialismo se facilita extraordinariamente.
Quién va a convencer a los chinos, por ejemplo, de que hay que dividir aquel país en 10 fragmentos. Ellos han declarado bien claro su posición, el papel del partido. No sé si formalmente existen algunos otros partidos allí; pero está bien claro el papel dirigente del Partido Comunista Chino, los principios de ese partido y de ese proceso revolucionario, los objetivos del socialismo. Imagínense a ese país dividido en 10 fracciones, si tendría alguna posibilidad de haber dado el salto histórico que ha dado, de acabar con las hombrunas y acabar con las calamidades, de alimentar, calzar y vestir con solo 100 millones de hectáreas a 1 140 millones de habitantes.
De modo que tengo la más profunda convicción de que la existencia de un partido es y debe ser, en muy largo período histórico que nadie puede predecir hasta cuándo, la forma de organización política de nuestra sociedad. Son dos convicciones profundas.
En las recomendaciones de nuestro congreso y en la búsqueda de perfeccionar nuestro sistema, se planteó recomendar la elección directa de los diputados a la Asamblea Nacional, que constituye el órgano del cual emanan los demás poderes del Estado. Esto no quiere decir que no fuera democrático nuestro sistema. Ya hice la comparación con lo que ocurría en los países capitalistas y el papel que juegan los partidos que son los que eligen a los que van a ser diputados al Parlamento, y el Parlamento después elige los gobiernos.
Nuestro sistema de elección indirecta de los diputados a la Asamblea Nacional es muy democrático, porque el germen es democrático: los delegados de circunscripción son nominados y elegidos directamente por el pueblo, estos después eligen a los delegados de la provincia y a los diputados a la Asamblea Nacional.
Grande es nuestra responsabilidad histórica, cuando vayamos ahora a aplicar los principios del perfeccionamiento en la práctica; es muy grande, ahí sí que no podemos reaccionar como delegado de circunscripción. Desde que se creó la Asamblea Nacional se siguió un principio —no por ley, sino como costumbre—, que la mayoría de los diputados fueran delegados de circunscripción. Así que cuando ustedes vayan a votar honestamente, el día que les toque, por ejemplo, sobre si son dos años y medio o cinco años el período para los delegados, tienen que hacer un ejercicio fuerte de conciencia desde ahora, para que no actúen con criterio de delegado de circunscripción y realmente piensen lo que es más conveniente; digo que ese es un momento en que hay que poner a funcionar la conciencia de la manera más pura, ya que esta Asamblea tiene que tomar decisiones de ese tipo. Es decir que es muy alta la responsabilidad.
Y nadie reclamó la elección directa de diputados, como dije, esto no era un reclamo. Fíjense que transcurrió ahora toda la discusión sobre los Poderes Populares, y no hubo uno solo de los diputados que interviniera acerca de esta cuestión de la elección directa. Digo que es un paso de perfeccionamiento, no un paso que haga más democrático nuestro sistema, sino que a la luz internacional lo hace más incuestionable como sistema, puesto que ha causado gran impacto la recomendación de la elección directa de los diputados.
Ellos no querían eso, sabemos bien lo que quería el imperialismo y todo el mundo: pluripartidismo, politiquería, economía de mercado, regreso al capitalismo, todo ese tipo de cosas. Por eso, lo que hacemos lo hacemos a partir de nuestros principios y lo hacemos para perfeccionar nuestro sistema; creo que, efectivamente, dar ese paso es perfeccionar nuestro sistema, va a establecer una participación directa de la población en la elección del diputado. Pero esto tenemos que hacerlo sin politiquería, ahí es donde sí es verdad que tenemos que volver a meditar mucho y utilizar la inteligencia, para que nuestros mecanismos no nos conduzcan a la politiquería, a la competencia, a la guerra de unos candidatos con otros. Eso es muy importante.
Afortunadamente tenemos el principio básico. ¿Quién postula? Debe ser el pueblo quien postule, no el Partido, lo que va a hacer todavía más clara, ante los ojos de la gente honrada en este mundo, y de los verdaderos pensadores políticos, progresistas y revolucionarios, la comprensión del papel del Partido en la sociedad. El Partido no postula al delegado de circunscripción y no debe postular, a mi juicio, al diputado.
El mecanismo de postulación tiene que ser del pueblo. Ahora, ¿quiénes son los representantes del pueblo? Los delegados de circunscripción. Tenemos que seguir el mismo mecanismo. El pueblo elige a sus delegados. Primero, el pueblo postula a los delegados de circunscripción, después el mismo pueblo los elige; ahora bien, los delegados postularían al diputado, no el Partido. Es decir, esos hombres y mujeres elegidos directamente por el pueblo en la circunscripción, a mi juicio, deben ser los que postulen, y estoy avanzando algunas ideas. Estas cosas las discutimos también cuando estaba hablándose del tema, y tenemos que seguir pensando en todo esto. Debe ser el pueblo a través de sus delegados quien postule y haga la lista de quiénes son los candidatos a diputados.
Deben existir comisiones que participen en el proceso. Ahora, tenemos que meditar sobre los mecanismos de cómo damos la más amplia participación en las proposiciones que se hagan. Nosotros tenemos las organizaciones de masa, por ejemplo, ningún país tiene más organizaciones de masa que nuestro país, ni más fuertes, y podemos preparar y crear instrumentos inobjetables para llevar a cabo de manera consecuente el principio de que quien postula y quien elige es el pueblo.
En el futuro, por tanto, a mi juicio, es una opinión, no serán los delegados quienes elijan a los diputados a la Asamblea Nacional, pero postularán a los diputados para que el pueblo los elija. Es en estos mecanismos que tenemos que buscar fórmulas que no den lugar a la politiquería, ni a la división, ni a la fragmentación entre los hombres que se han propuesto en una lista. Tenemos que rompernos bien la cabeza de cómo debe ser el mecanismo de la elección directa de los diputados por el pueblo, porque en algunos lugares hay que elegir cinco, en otros uno, en otros habrá que elegir siete, según el municipio, según la provincia, porque esto tiene que ser una representación más o menos proporcional de la población.
No hemos discutido sobre esto, pero la comisión tiene que trabajar duro en la elaboración de una serie de ideas para cuando llegue el momento de proponer los proyectos a la Asamblea.
Nuestro sistema presupone la mayoría del pueblo. Si no hay mayoría del pueblo en nuestro sistema, como el pueblo es el que postula, y el pueblo es el que elige, si la Revolución perdiera la mayoría del pueblo, perdería el poder; no perdería el espíritu revolucionario, seguiría el espíritu revolucionario, seguiría la lucha, porque digo que la Revolución es un principio, es un ideal, es un programa por el cual hay que luchar en cualquier condición y en cualquier circunstancia.
Tenemos que ser consecuentes con lo que hagamos, y ya lo que creamos hace más de 15 años presupone la mayoría del pueblo. ¿En qué sentido es un perfeccionamiento? Supone que los revolucionarios hagan todavía un esfuerzo mayor y que los revolucionarios hagan un trabajo mejor a partir de esta premisa establecida de que es necesario conservar siempre el respaldo de la mayoría del pueblo.
Ese fue el gran desafío que se hizo hace más de 15 años, eso no es nuevo, gracias precisamente a esa fórmula tan idónea y tan democrática que escogimos para elegir los Organos Locales del Poder Popular.
Ahora damos un paso más y hay que afrontar la elección directa de los diputados, es un paso más, que supone, desde luego, una mayor exigencia a los revolucionarios en su trabajo político y en su deber de conservar la unidad y la mayoría de la población.
No hay nada nuevo, repito, en ese sentido. Hoy, con lo que tenemos, podía ocurrir exactamente lo mismo, pues nuestro sistema actual presupone la mayoría de la población para mantener el poder, el de ahora, y el nuevo será más o menos igual, presupone la mayoría de la población; mantenerla debe ser, precisamente, la tarea de los revolucionarios.
Hay muchas ideas que no quiero adelantar alrededor de esto si queremos hacer las cosas bien hechas, y tenemos que procurar cerrar todas las vías que puedan dar lugar a la injusticia, a la politiquería, a la demagogia.
El otro día les propuse a los maestros que hicieran un cambio en la elección del sindicato, porque había uno que estaba con la Y por allá, aparte de que podía haber un montón de boletas anuladas. Les propuse en el caso del sindicato que votaran por tantos como iban a estar postulados. No tiene que ser necesariamente así en la elección directa de diputados.
Nosotros tenemos que estudiar muy bien el mecanismo. Es algo sobre lo que hay que meditar bien, cuál es el mejor mecanismo, porque no podemos caer en la politiquería, y que de repente los compañeros se dediquen a buscar votos, a hacer política. Tenemos que evitar eso en los hombres y mujeres que sean postulados como candidatos a diputados de la Asamblea Nacional, y hacerlo, además, de una forma tal que no quede la menor duda acerca del carácter democrático del procedimiento.
Esta es una cosa que hace la Revolución en su esfuerzo por un perfeccionamiento. Eso le va a dar más autoridad todavía a la Asamblea Nacional, pero tenemos que procurar que este procedimiento abra paso a la calidad. No hacemos nada si llevamos a cabo cosas muy democráticas y la calidad es marginada.
Nuestros mecanismos deben buscar la calidad de las mujeres y hombres que sean electos —parece que el futuro será de las mujeres, ya que aquí mismo en las primeras intervenciones se produjeron casi diez consecutivas por parte de mujeres; los hombres estaban más callados, las mujeres estaban más activas—, pero tenemos que abrirle paso a la calidad y cerrarle el paso a la politiquería.
Discurso en la clausura del X Periodo Ordinario de Sesiones de la Tercera Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular. 27 de Diciembre de 1991. 
Fuente: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1991/esp/f271291e.html

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