El déficit público, o la mayor cuantía de gastos frente a los ingresos en las cuentas públicas, es una herramienta de política económica utilizada por todos los países. A pesar de que normalmente existen esfuerzos por reducirlo, la mayoría de los países, en mayor o menor medida, presentan un déficit en sus cuentas públicas.
En principio la izquierda puede considerarse más laxa a la hora de permitir este déficit público. La izquierda defiende un estado más grande y redistributivo, con un mayor gasto público, que la derecha, que prefiere un estado más pequeño por considerarle menos eficaz que la economía privada. Este mayor gasto público sería el que generaría el déficit.
Pero en realidad esto no es así, la derecha también suele incurrir en este tipo de déficit. La principal consecuencia de este déficit es que se genera una importante deuda pública que requiere pagar intereses. En España la deuda pública ronda el 100% del PIB y el servicio de la deuda es de alrededor de 30.000 mill. de euros al año, lo que significa la tercera partida del presupuesto. Es decir, una gran cantidad de rentistas consiguen tener grandes ingresos gracias a esta deuda pública, particulares con grandes capitales consiguen una alta retribución para su dinero.
Además el incremento de la deuda pública hace que el país sea más dependiente de los mercados internacionales, no sólo por tener que financiar ese desequilibrio anual, sino también porque gran parte de la deuda no es a largo plazo, lo que implica que se tiene que renovar en cortos periodos de tiempo. Esta dependencia puede conllevar que las políticas económicas no se decidan en cada uno de los países sino en oficinas de edificios donde se encuentra la gran banca internacional. Todos hemos oído aquello de “las grandes reformas que necesita nuestra economía”, ¿quién dice cuáles son estas reformas?
¿Por qué entonces, tanto desde la perspectiva de la izquierda como de la derecha, se permite que haya un importante déficit público, cuando subiendo los impuestos o bajando los gastos se podría equilibrar las cuentas con una simple decisión política? Pues porque el  déficit tiene el efecto de hacer crecer la economía de un país. Visto desde otra perspectiva, la financiación del desequilibrio en las cuentas de un país implica una inyección de fondos en la economía que necesariamente hace que ésta incremente su actividad. En cierto modo el déficit es una droga que hace que a corto plazo la economía crezca más, pero que a largo plazo la hace tener dependencia de los intereses.
Algunos economistas alemanes señalaron que el crecimiento de la economía española en los últimos años se estaba consiguiendo a través de un incremento de la deuda pública, que la economía española estaba “enganchada” al déficit. Y puede que así sea. Es muy difícil desengancharse de este crecimiento extra de la economía, sobre todo si nuestros políticos se fijan principalmente en ganar elecciones a corto plazo.
En definitiva, el déficit público no debería existir. Las cuentas deberían estar cuadradas e incluso en algunos años debería haber superávit. Sólo podría haber un desequilibrio en las cuentas para realizar inversiones públicas que generen retornos más elevados o en casos excepcionales como grandes crisis. De esta manera, la partida de servicio de la deuda no sería la tercera del presupuesto sino que estaría por detrás de la mayoría de los gastos del estado.
Artículo escrito por Francisco José Bustos Serrano