domingo, 28 de mayo de 2017

Lenin y Trostky. Gran Bretaña • El manifiesto de Corbyn, un paso importante en la dirección correcta.

¡Hay que movilizar por un cambio socialista!
Jeremy Corbyn ha lanzado su manifiesto y declara que el laborismo es el “partido de la mayoría” mientras que los tories son el “partido de los ricos”.
La filtración del borrador del manifiesto del laborismo desencadenó ataques implacables de los medios de comunicación de la derecha. En cambio, las redes sociales se mostraban muy activas con una discusión entusiasta. El laborismo subió en las encuestas: Opinium y ORB le daban un 32% de los votos mientras ComRes le situaba en un 35%.
Algunos militantes del Socialist Party pudieran comprobar que durante la mañana en la que comenzaron a salir las noticias aumentaba el número de personas que se paraban a hablar, coger panfletos y que nos compraban el periódico. Estamos seguros de que la línea política general que contiene este manifiesto será una inspiración para muchos.
Desde la convocatoria de las elecciones se han registrado para votar más de un millón de personas que antes no figuraban en el censo electoral. El 42% son jóvenes, unos porque han alcanzado la edad legal para votar pero otros muchos probablemente se han registrado con la intención de votar el programa de Jeremy Corbyn. El laborismo aventaja significativamente a los tories entre los que tienen menos de 40 años de edad. Como era de esperar, la prensa de derechas pasó inmediatamente al ataque. El Daily Mail vociferaba que el laborismo nos quiere hacer retroceder a los años 70, y muchos respondieron que mejor eso que regresar ¡a la década de 1870 con los tories! Las grandes empresas y sus representantes políticos utilizarán todo su poder para impedir una victoria de Corbyn. Theresa May calificó el manifiesto como “una política socialista desastrosa” que “horrorizará” a la clase trabajadora corriente.
En realidad sucede lo contrario. Las encuestas muestran un apoyo rotundo a la política de Corbyn. El 52% apoya la propiedad pública de los ferrocarriles, el 50% la del Royal Mail (servicio postal) y el 49% la del sector energético. El 71% prohibiría los contratos cero horas, el 65% apoya subir los impuestos a los que ganan más de 80.000 libras anuales y el 54% está a favor de construir más viviendas municipales.
Políticas populares
En realidad, los tories y los ricos a los que representan están aterrorizados por la popularidad de estas políticas. Las últimas elecciones en Francia, EEUU y el referéndum de la UE han sido utilizados por la clase trabajadora para rebelarse contra el rico establishment capitalista. Esa rabia de clase va más allá y muchos buscan una alternativa. Se vio en el enorme apoyo a Bernie Sanders en EEUU y a Melénchon en Francia.
Las encuestas actualmente muestran que, aunque muchos apoyen su política, en cambio son escépticos respecto a la figura de Corbyn. No debe sorprendernos si consideramos la ofensiva que cada minuto se realiza contra él. Corbyn se queja de los ataques que recibe de la prensa pero no destaca suficientemente los procedentes de la derecha de su propio partido.
Desgraciadamente, en el último año el mensaje anti austeridad de Jeremy Corbyn, que ha arrasado en dos ocasiones en las elecciones a la dirección del Partido Laborista, no ha sido escuchado por la mayoría de la población. Los constantes intentos de llegar a un acuerdo con el ala blairista del Partido Laborista han silenciado su voz, por decirlo de manera suave. El escepticismo también viene de la falta de fe en que un político haga lo que promete.
Pero una campaña audaz superaría esta dificultad. Corbyn y sus seguidores en los sindicatos, como el secretario general del sindicato Unite, Len McCluskey, necesitan participar en mítines de masas y en los centros de trabajo con un discurso combativo contra los ricos y denunciar un “sistema amañado”. Si de forma valiente defendieran los empleos, los derechos de los trabajadores, las viviendas y los servicios, podrían desafiar a los “expertos” y ganar las elecciones.
La convocatoria de elecciones generales por Theresa May fue una apuesta basada en las encuestas de opinión: creía que sería capaz de incrementar el voto tory y lograr la mayoría electoral. Pero como ya explicamos en las páginas de The Socialist se trata de una estrategia muy arriesgada.
Se ha convertido en viral un video de una mujer de la clase obrera discapacitada que supera las barreras de seguridad y se enfrenta a Theresa May por los recortes en los subsidios de incapacidad. Esta mujer habla de la vida y expresa opiniones reales de la clase trabajadora.
La misma política de la que se queja May y califica de “desastrosa”, ella la rehace para ofrecer una versión “Corbyn descafeinado”, prometiendo viviendas municipales, ‘derechos de los trabajadores’ o la limitación de los precios energéticos. Corbyn es quién está imponiendo la agenda y es la razón de que el debate haya girado a la izquierda.
Mientras que la prensa tory hace todo lo posible para desacreditarle, las declaraciones de Corbyn sobre el fracaso de la política de “primero arrojar la bomba y después negociar” y la denuncia de que ésta es una “receta para incrementar, no para reducir las amenazas y la inseguridad”, no sólo llega a los jóvenes sino también a todos aquellos que se opusieron a la guerra en Iraq de Blair y que se alejaron del voto laborista. Igualmente la frase “no más apretones de mano con Donald Trump” será muy popular entre los cientos de miles que se movilizaron contra el multimillonario racista y sexista.
Desafortunadamente, el manifiesto también muestra las concesiones hechas a la derecha del partido en lo que es un intento vano de conseguir la unidad. Esto desencantará a muchos seguidores de Corbyn, por ejemplo, el manifiesto se compromete a renovar el programa nuclear Trident. Aunque el titular de la renacionalización de los ferrocarriles es muy popular, la letra pequeña muestra que en realidad las empresas ferroviarias se renacionalizarán cuando finalicen las actuales concesiones. Aunque el manifiesto especifica algunos de los subsidios y beneficios que se fortalecerán, y se compromete a reformar y rediseñar el Universal Credit [subsidio que engloba todas las ayudas sociales que recibe una familia], en cambio no hay un compromiso general de revertir los recortes a la seguridad social.
Los activistas de la vivienda están desencantados porque el manifiesto no se compromete a echar atrás la Ley de Planificación y Vivienda de 2016. El anuncio original de Corbyn fue que el gobierno laborista construiría un millón de viviendas, la mitad de ellas municipales, pero éstas se han convertido en la mitad de “viviendas municipales y asociaciones de vivienda para venta o alquiler verdaderamente asequible”. En este sentido desde el Socialist Party defendemos que ¡necesitamos un millón de viviendas! Igualmente, respecto al control de los alquileres el manifiesto promete controlar los aumentos de alquiler pero no establece un límite. Estas retiradas se han hecho para satisfacer a la oposición blairista. Pero la popularidad de esta política y el giro a la izquierda del debate electoral a causa de estas propuestas demuestran que en realidad nunca ha habido necesidad de llegar a un acuerdo con la derecha laborista.
El ala blairista contra Corbyn
El Socialist Party apoya completamente la propuesta contra la austeridad de Jeremy Corbyn. Desde que fue elegido por primera vez líder laborista hemos hecho todo lo que ha estado en nuestra mano para apoyar la formación de un partido anti austeridad que se enfrente a la derecha blairista del Partido Laborista.
Los representantes del establishment capitalista están dentro y fuera del Partido Laborista. El intento de golpe del pasado verano demostró que la gran mayoría de parlamentarios laboristas están desesperados por deshacerse de Corbyn. Contrariamente a lo que ellos dicen no se debe a que Corbyn sea “ilegible”, al contrario, lo que temen es que pueda ser elegido.
Defendemos la democratización del Partido Laborista, permitiendo la readmisión de los socialistas expulsados e introduciendo la reselección obligatoria de los parlamentarios. Si se construyera el ala anti austeridad del Partido Laborista, éste estaría en una posición mucho más fuerte que la actual. Ahora mismo los blairistas están dando vueltas como buitres dispuestos a atacar una vez pasen las elecciones generales, independientemente de su resultado.
Los blairistas se atreven a sugerir que ellos tienen la clave para el éxito electoral, y quieren continuar con la misma vieja política pro austeridad que en las últimas elecciones presidenciales en Francia ha conseguido que el Partido Socialista quede reducido a un 6% de apoyo.
Después de siete años de miseria tory, los votantes no tienen ningún interés en apoyar la versión “descafeinada de austeridad” que presentan los tories. Muchos recuerdan también que las consecuencias negativas de esta política proceden de los años en el gobierno del Nuevo Laborismo.
En el Daily Mirror una fuente anónima del ala de derechas afirmaba que el manifiesto “equivale a un cargamento de regalos para cada uno de los grupos de interés especial. Es todo preocupación por los ‘pobres inútiles’ y nada por la mayoría trabajadora”.
El parlamentario blairista por Exeter, Ben Bradshaw, declaró que no tenía nada que ver con el manifiesto y que elaboraría el suyo propio para su circunscripción. Un gran número de parlamentarios del ala de derechas están repartiendo panfletos en sus circunscripciones que no mencionan a Corbyn o su política. Un ejemplo es la parlamentaria por Walthamstow, Stella Creasy, que en sus panfletos llega a decir: “Luché y gané la batalla en Butterfields”, cuando en realidad se ganó por la lucha de sus valientes inquilinos que estuvieron apoyados por el Socialist Party. Otros como Wes Streeting y John Woodcock no se cortan en decir que no apoyarán a Jeremy Corbyn en caso de ser candidato a primer ministro.
Nunca antes ha sido tan evidente la existencia de dos partidos en uno: un partido blairista pro capitalista y un nuevo partido anti austeridad en formación.
En 2016 Tony Blair calificó de “experimento peligroso” que Corbyn se convirtiera en el primer ministro y que él no estaba dispuesto a arriesgarse. No es sorprendente entonces que haga ahora todo lo posible para evitar que eso suceda, incluso sugiriendo que los votantes laboristas consideren la posibilidad de apoyar a los Demócratas Liberales o incluso a los tories si éstos son “partidarios de la permanencia” [en la UE]. El ala pro capitalista nunca cejará en sus intentos de asfixiar un nuevo partido anti austeridad. No se les pueden hacer más concesiones. Necesitamos un partido que defienda los intereses de la clase obrera, no de los millonarios.
Brexit
Un programa anti austeridad claro y en interés de la clase obrera debería definir también la posición del laborismo frente al Brexit. Los trabajadores que votaron por el Brexit lo hicieron principalmente porque querían rebelarse contra toda la miseria que han sufrido durante la última década. El Socialist Party ha defendido que Jeremy debería dejar claro que está luchando por el Brexit en interés de los trabajadores y de la mayoría de clase media.
El manifiesto de alguna manera va en esa dirección: habla de priorizar los empleos y los niveles de vida, proteger los derechos de los trabajadores y de “cada comunidad”, pero también hace concesiones al ala de derechas al no presentar un desafío claro al papel de la UE en la imposición de la austeridad.
El manifiesto habla de retener los “beneficios del mercado único y la Unión de Aduanas” sin expresar un rechazo a sus gobernantes neoliberales. Mientras habla mucho sobre la preservación en los centros de trabajo de la legislación de la UE, no menciona regulaciones de la UE como la “directiva de trabajadores desplazados” o el intento de imponer la privatización. Correctamente, el manifiesto se opone claramente al racismo y defiende los derechos de los inmigrantes en la UE.
Las políticas que incluye el manifiesto podrían transformar la vida de la mayoría de las personas, proporcionando un salario digno, vivienda accesible, servicios públicos decentes y más. Pero un partido socialista y anti austeridad necesitaría ir más allá para resolver todos los problemas a los que se enfrenta la clase trabajadora.
Por ejemplo, el plan energético que incluye el manifiesto en realidad sólo pretende conseguir el control gubernamental de las redes de distribución en un plazo de tiempo prolongado y “apoya la creación de” empresas energéticas de propiedad públicas en cada región funcionando junto con empresas privadas. Seguir con un mercado que sólo busca el beneficio hará imposible tener el control de lo que sucede en el suministro energético, en sus precios y sostenibilidad. Para garantizar la estabilidad, la auténtica asequibilidad, planear e invertir en la expansión rápida de las renovables sería necesaria la nacionalización bajo control democrático de toda la industria energética.
Los planes económicos del manifiesto de Corbyn en materia de inversión dan un papel significativamente más grande para el Estado dentro de la economía de lo que ha sido durante décadas. No obstante, las propuestas son muy modestas en cuanto a desafiar la propiedad privada de las principales partes de la economía. Los manifiestos laboristas de 1945, 1972 y 1983 incluían compromisos mucho más amplios en cuestión de nacionalización.
Pero como punto de partida comparado con lo ofrecido por el Partido Laborista blairista y los tories tiene el potencial de sacudirlo todo. Lo que temen tories y blairistas es que abre la puerta a la discusión sobre qué sociedad queremos.
La campaña en apoyo al manifiesto de Jeremy Corbyn supone plantar cara no sólo a los tories sino también a los representantes del capitalismo dentro del Partido Laborista para continuar la lucha para conseguir un partido capaz de aplicar este programa. Eso significa hacer campaña por la extensión de las políticas socialistas. Cuando los tories y los medios de comunicación capitalistas atacan esta política calificándola de “inasequible”, lo que quieren decir es que iría en detrimento de los gigantescos beneficios de la elite capitalista.
En Gran Bretaña no falta el dinero. Las mil personas más ricas de Gran Bretaña poseen 658.000 millones de libras, ¡83.000 millones de libras más en un año! Las propuestas de impuestos de Corbyn y McDonnell pretenden recaudar 48.600 millones de libras extras.
Apoyamos los planes de Jeremy Corbyn de imponer impuestos a los ricos y grandes corporaciones. Durante la mayor parte de los años setenta las grandes empresas pagaban un 52% de sus beneficios en impuestos. Ese porcentaje se ha reducido paso a paso hasta el 20% actual. Incluso con el aumento prometido las grandes empresas aún disfrutarían los impuestos empresariales más bajos de los países que forman el G7.
Reconocemos que los ‘mercados’, es decir el capitalismo, nunca aceptarán dócilmente un aumento importante de los impuestos y la regulación, ni renunciará a las adquisiciones fragmentadas de empresas.
Sistema amañado
El ‘sistema amañado” al que se refiere Jeremy Corbyn está dirigido por y para un minúsculo número de individuos ricos y de empresas. Un grupo ínfimo de personas en Gran Bretaña y en el mundo que posee y controla la industria, la ciencia y la técnica, que aprovechan este control para maximizar sus propios beneficios.
Globalmente ocho personas poseen más riqueza que la mitad más pobre de la humanidad, se trata de la mayor polarización entre ricos y pobres de la historia humana. Unas 125 empresas dominan completamente la economía. Esta minúscula elite que posee empresas y sus parásitos son el auténtico establishment y están decidida a impedir que Jeremy Corbyn llegue al poder.
Los millonarios gritan contra la política derrochadora de Jeremy Corbyn y si es elegido harán todo lo posible para sabotear su aplicación. Incluso los objetivos más modestos de este manifiesto reducirían más de lo que les gustaría sus beneficios. Pero lo que realmente les aterroriza son la expectativas que ha generado entre la clase trabajadora y que ésta empujen a Corbyn más allá de lo que realmente pretende.
No dudarían en intentar deshacerse de Corbyn una vez en el cargo de primer ministro. El sabotaje incluiría medidas como la huelga de inversiones y la retirada de su dinero de los bancos. La enorme presión que sufre el gobierno de Syriza en Grecia es una advertencia para cualquier gobierno que desafíe los intereses de los ricos y grandes empresas.
Luchar a favor de la política de Corbyn exige que el movimiento obrero se movilice proporcionándole un apoyo activo de masas. Eso significa estar dispuesto a ir más allá y adoptar medidas socialistas. Significaría nacionalizar la gran banca y empresas financieras, con compensación a sus accionistas sólo en caso de necesidad comprobada. Un paso crucial hacia la solución de la crisis económica sería la propiedad pública democrática de las 125 grandes empresas que controlan el 80% de la economía británica. A diferencia de las nacionalizaciones del pasado, en esta ocasión se basaría en el control democrático de los trabajadores, sindicatos y la comunidad. Estas medidas proporcionarían la base para el desarrollo de un plan socialista y democrático de la producción que podría transformar rápidamente la vida de millones de personas.


EL terrorismo de Macri en Argentina

Entrevista a Germán de los Santos, periodista de DTL baleado por la policía de Macri
"La orden de reprimir fue dada desde el Poder Ejecutivo de la Ciudad"

M.H.: Estamos con Germán de los Santos, colega del medio DTL, uno de los periodistas baleados con balas de plomo en la represión que se desarrolló hace más de 4 años en el desalojo de la Sala Alberdi. Mañana, miércoles 24, comienzan los alegatos en el juicio por este episodio, donde es acusada una institución que no existe más, la Policía Metropolitana. Parece broma, porque esperaron a que se disolviera la Metropolitana y convocaron a este juicio. ¿Qué vivencias tuviste la semana pasada al comenzar el juicio después de tanto tiempo?
G.d.l.S: Creo que ninguna persona común está acostumbrada a vivir las instancias de un juicio a raíz de una agresión vivida en primera persona. A demostrar lo que sucedió en ese momento, porque se puso en duda todo, tanto por parte de las autoridades máximas de la Ciudad como los que están en cargos menores. Dudaron de que hubiéramos estado ahí, de que la Policía Metropolitana nos hubiera disparado con postas de plomo, etc. Juntamos mucho material y pudimos demostrar que así fue, que estábamos ahí, que la policía nos disparó con plomo y que fuimos heridos.
Son jornadas muy intensas, de mucho trabajo, es un quehacer que se va aprendiendo y viviendo sobre la marcha. Por eso son tan valiosas las organizaciones de Derechos Humanos, como Correpi que se dedican a casos de represión o de gatillo fácil y que lamentablemente casi todos los grupos o actores sociales vinculados con luchas pasan por ese aro, porque lamentablemente somos reprimidos.
M.H.: No fuiste el único agredido, hay otro compañero periodista y un compañero que no es querellante pero sí testigo. Son tres los casos.
G.: El otro compañero que estaba sacando fotos como yo esa noche, es Esteban Ruffa de la agencia de noticias Anred. Tanto DTL como Anred pertenecemos a la Red Nacional de Medios Alternativos (RNMA) y el otro compañero que se estaba manifestando, pertenecía a una biblioteca popular que también estaba en riesgo de desalojo, en una situación similar a la de la Sala Alberdi. Esto fue en Corrientes y Paraná, pleno centro porteño, pasada la medianoche del 12/3/2013.
M.H.: ¿Qué argumentan los tres efectivos implicados?
G.: Hay una división, no puedo hablar ahora de lo que se dice en el juicio porque está en curso, pero las declaraciones de ellos se hicieron hace años y de eso sí puedo hablar. Hay una marcada división entre estas tres personas, dos de un lado y una del otro. Una persona dice no haber estado en el lugar.
M.H.: También hay personal femenino involucrado.
G.: Hay varios grupos de la Metropolitana, personal femenino había en la Brigada de rápida intervención que es la que no tenía armas largas, solo escudos y bastones. Es de la División de Intervenciones Complejas de donde salen los tiros. Compañeros del que dice no haber estado ya han declarado que estaba ahí, pero lo sigue negando. El resto del grupo dice que sí estuvo ahí y que disparó, pero con balas de goma. No es casual que tengan distintos abogados defensores también.
Llegaron a ellos por una pericia de Gendarmería nacional que dice cuánta gente había en esa zona ese día con armas largas y cuánta gente se dirigió con armas largas a la esquina de Corrientes y Paraná. De ahí se deduce que hubo tres personas en el momento en que otras tres personas fueron heridas.
M.H.: ¿Estos efectivos continuaron dentro de la Policía Metropolitana y actualmente dentro de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires?
G.: No hubo ningún despido entre el pasaje de la Metropolitana a la Policía de la Ciudad.
M.H.: Le hago esta pregunta a Germán porque el spot que nos envió el Registro de medios de la Ciudad de Buenos Aires hace referencia al tema de la seguridad, no es un spot cualquiera porque inclusive aparece la voz del Jefe de gobierno, Rodríguez Larreta.

La semana pasada pregunté al aire, ¿qué relación habrá entre la mayor cantidad de policías en la calle en la Ciudad de Buenos Aires y la mayor cantidad de delitos que se cometen en la Ciudad en los últimos tiempos? Un ejercicio de sociología clásico. Plantearse si la mayor cantidad de policías tiene relación con la mayor cantidad de delitos. Evidentemente si en la policía se mantiene a tres agentes que hace más de 4 años, de acuerdo a pericias y declaraciones agredieron a un grupo de manifestantes con balas de plomo, estamos en peligro.

Recordanos qué estaban haciendo ahí el día que se producen estos hechos, ¿qué cosa tan grave estaba sucediendo que hizo que la policía utilice balas de plomo?
G.: Hay que hacer un preámbulo del contexto en el que sucede esto, veníamos de una represión cruda y salvaje en el Parque Centenario a vecinos que estaban contra el enrejamiento. Esa tarde empezó difícil el tema porque otro conflicto socio cultural que no podía ser resuelto por el gobierno de la Ciudad por las vías pacíficas, el de la Sala Alberdi, venía desde agosto de 2010 y nunca hubo un canal de diálogo. Desde mi labor de comunicador popular y documentalista venía siguiendo este conflicto hacía mucho tiempo, desde mi colectivo que se llamaba Argentina Arde veníamos haciendo muestras fotográficas y vivimos aniversarios de ese conflicto que seguía sin resolución. Ese año empezó con una metodología de resolución de conflictos de manera violenta, por parte del Gobierno de la Ciudad conducido en ese momento por Mauricio Macri.
Ese marzo, en esos primeros días del año, se cerró toda la comunicación con los que habían quedado arriba de la torre, fueron aislados, y por eso la gente que había quedado abajo hizo un acampe para mantenerlos con vida, porque no tenían ni agua, ni baño ni alimentos. Todo esto se va poniendo cada vez más violento hasta llegar a ese día; en la tarde del 12 de marzo hay un operativo sorpresa de la policía en instancias que la gente del acampe estaba yendo a una reunión con Lombardi.
M.H.: Que era el Ministro de Cultura de la Ciudad.
G.: Cuando sucede la represión había un grupo de personas del acampe presentes y escucharon la orden de reprimir, también estaba Montenegro que era Ministro de Seguridad junto a Lombardi.

M.H.: El actual embajador en Uruguay.
Una profesión "amenazante" para la policía
G.: Ellos mismos fueron testigos de la orden dada desde el Poder Ejecutivo, algo rarísimo porque generalmente las órdenes se dan desde el Poder Judicial. El contexto era de suma violencia en un operativo enorme de la Policía Metropolitana que tampoco tenía grandes intervenciones públicas, excepto el bautismo de fuego en el Parque Indoamericano.
Yo había salido del trabajo, que era a 20 metros de donde fui baleado, pero el hecho fue horas más tarde. Salí a cubrir, si no llevo mi equipo profesional siempre llevo una cámara pocket, porque la vocación está siempre presente y nunca se sabe con qué se va a encontrar uno. El ambiente ya estaba caldeado y hubo una calma desde las 21:00 hasta las 23:30, todas las inmediaciones estaban cerradas, había barricadas y cuando empieza la represión, se escuchan los disparos y se ve el humo, yo me voy acercando a esa esquina y sigo registrando fotográficamente. No hice nada distinto a lo que hago hace más de 20 años.
Se habla mucho entre nosotros y nosotras de cómo cuidarse, desde dónde registrar, lo cierto es que cualquier persona que esté registrando en todo hecho represivo que exista, va a tener todos los recaudos posibles, pero no van a ser suficientes para evitar balas de plomo. La prensa, así como los manifestantes, siempre van a estar expuestos a palos, balas de goma y gases, pero el hecho de recibir plomo no tiene sentido.
Esteban Ruffa de Anred al ver la violencia de la represión decide irse y es cuando se está yendo, de espaldas, que recibe un balazo. Él ya había tomado precauciones, se estaba yendo. Tiene la bala alojada en la pierna y por lo peligroso que es el lugar donde quedó incrustada, los médicos decidieron no operarlo.
Así que la peligrosa profesión que tenemos parece ser lo suficientemente amenazante para la policía como para tener que reprimir con plomo.
M.H.: ¿Qué expectativa tienen ustedes en relación a los resultados de este juicio?
G.: Desde nuestro lado creemos en nuestras fuerzas, que hemos hecho las cosas bien, nos hemos rodeado de mucha solidaridad y acompañamiento, hay numerosas organizaciones que apoyan esto, todos los legisladores de izquierda han venido a acompañarnos.

M.H.: Vi también la presencia de Nora Cortiñas, Pablo Pimentel y Adolfo Pérez Esquivel.
G.: Sí, de organizaciones de DD HH, de la Asamblea Permanente de La Matanza. Pérez Esquivel firmó una amicus curiae en el caso de que se dé alguna situación de irregularidad con la justicia y mandó una abogada. Abuelas de Plaza de Mayo mandó un veedor para garantizar que no haya impunidad y así un montón de organizaciones sociales y políticas nos están acompañando.
Desde ahí creemos que lo estamos haciendo bien, desde demostrar lo que sucedió también, con las investigaciones que hizo toda la gente que estuvo en este espacio de articulación que ya lleva cuatro años. Qué va a suceder con la decisión de los jueces no lo podemos saber, nos queda la tranquilidad de haber hecho todo lo que debemos hacer y eso va a ayudar a que si la decisión del tribunal es adversa, quede despegada una cosa de la otra.
Nosotros creemos, así como lo dijo la Jueza de instrucción que fue triple homicidio en grado de tentativa, que no dispararon ni por error ni por nervios. En los videos que vamos a ver mañana, se ve cómo uno de los efectivos patea después de disparar con plomo algo en el suelo y en otro momento, después de disparar con fuego recoge algo desde el piso. La gente que ha vivido represiones sabe qué es, cuando recogen el cartucho rojo.
Lo positivo es cómo nos organizamos en base a esto y que demostramos lo que sucedió. Sobre lo que hagan los jueces no podemos saber, y está claro que del otro lado quieren la absolución total de los efectivos. 
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Terrorismo de Estado del Israel: Solidaridad con los prisioneros palestinos en huelga de hambre

Solidaridad con los prisioneros palestinos en huelga de hambre


El pasado 17 de abril entre 1000 y 1300 (según diferentes fuentes) presas palestinas de las 6300 que hay en las cárceles israelíes comenzaron una protesta en forma de huelga de hambre. La huelga autodenominada por los mismos prisioneros, “Por la Libertad y la Dignidad" ha entrado en su segundo mes. Hoy 18 de mayo se cumple el día 32 de huelga de hambre. Los presos exigen a Israel el "fin de las penas en celdas de aislamiento, la tortura, negligencia médica o la detención administrativa, además de acceso a educación, cuidado médico y ampliar las visitas de familiares" de una a dos mensuales.No hay precedentes de una huelga de tal magnitud donde la una unidad de acción por todas las facciones políticas palestinas se ha transformado en un pulso al estado de Israel en las cárceles, y por extensión, en las calles de las principales ciudades palestinas.
Desde las Marchas de la Dignidad queremos mostrar nuestra fraternal solidaridad con la huelga, con las protestas en las calles, y con cualquier forma de resistencia, legítima bajo un régimen de apartheid y ocupación militar como el que sufre hoy el pueblo palestino.
Queremos, al mismo tiempo, levantar nuestra voz al lado de las diferentes muestras de solidaridad por parte de organizaciones sindicales y sociales que se están pronunciando a nivel internacional y redoblamos nuestro compromiso con la causa palestina ante el vergonzoso silencio de los medios de comunicación estatales e internacionales.
A día de hoy la situación es extremadamente delicada. Algunos de los presos han perdido más de 15 kg y el comisionado palestino para asuntos penitenciarios, ha pedido repetidamente el traslado de los presos en huelga a hospitales civiles. Mientras tanto, los puestos de control, los campos de refugiados de Nablús y Jenín, y diferentes barrios de Jerusalén Este, se han levantado con enfrentamientos contra el ejército de Israel. Protestas de todo tipo en apoyo a los huelguistas. Demandas, las expresadas por los presos, que son de obligatorio cumplimiento según varias ONGs de DDHH.
Actualmente hay alrededor de 6.300 personas presas palestinas en las cárceles de Israel, 500 están bajo «detención administrativa» y 300 son niños, según la organización de defensa de personas presas Adamer.
Por todo ello, desde las Marchas de la Dignidad queremos expresar nuestro respeto, solidaridad y apoyo a la lucha del pueblo palestino que hoy se libra en las diferentes cárceles del estado de Israel.

Las Marchas de la Dignidad y la reconstrucción del movimiento obrero Ángeles Maestro .Rebelión

Las Marchas de la Dignidad y la reconstrucción del movimiento obrero

En la Transición se inició un lento proceso de degradación de las iniciales comisiones obreras, que ha terminado haciendo de CC.OO. –junto a UGT- unas de las piezas claves para el mantenimiento de la estructura de poder de la burguesía.Su apuesta –compartida por el PCE– por la integración del Estado español en la CEE, asumiendo íntegramente el mito de que “Europa” era sinónimo de riqueza, democracia y derechos sociales y laborales, fue clave para bloquear cualquier posicionamiento de clase mínima mente riguroso.
En los años 80 se estaban implementando ya en los países europeos las políticas neoliberales, estrenadas a sangre y fuego en el Cono Sur de América Latina. Era pues evidente que lo esperable en los estados capitalistas centrales, en cuanto a políticas sociales se refiere, era exactamente lo contrario de lo que se vendía: la ampliación de los servicios públicos y de la protección social y laboral.
La integración del Estado español en la CEE primero y en la UE después supuso la destrucción del importante tejido industrial público y la privatización de las grandes empresas a precio de saldo1. En el duro proceso cínicamente llamado reconversión industrial, que implicó las destrucción de centenares de miles de puestos de trabajo, la colaboración sindical fue clave para que las luchas obreras –duras muchas veces– no se unificaran. No hubo así posibilidad alguna de alterar el guión estratégico de las fracciones dominantes del capital europeo que –con la colaboración del PSOE- pretendían eliminar la competencia y ganar mercados.
Otro tanto ocurrió con las privatizaciones de las grandes empresas públicas realizadas por gobiernos PSOE y rematadas por el PP. Se transfirieron a precio de saldo monopolios que se hacían con el negocio asegurado de vender productos de primera necesidad a una clientela cautiva. La corrupción inherente llevó a una legión de exministros y ministras2 a sus consejos de administración en pago a los servicios prestados. Ex cargos públicos que sirvieron para seguir utilizando los mecanismos de coerción y corrupción del Estado para forzar la privatización de las correspondientes empresas de países latinoamericanos, como se ha visto con el escándalo del Canal de Isabel II. Todo ésto sucedió sin que, salvo en casos puntuales y por sindicatos minoritarios, se pusieran en funcionamiento -¡en la época de la globalización de las comunicaciones!- los más elementales mecanismos de solidaridad obrera internacional.
La garantía del negocio pasó sobre todo por liquidar masivamente y cuanto antes las antiguas plantillas con salarios relativamente altos y con más derechos de los que implantaba la precariedad reinante. Uno de los instrumentos ha sido el brutal mecanismo de presión para llevar a cabo el proceso de “auto-despido” que ha conllevado el aniquilamiento personal de miles de trabajadores, incluido el suicidio3. Otro ha sido la doble escala salarial que, rompiendo la unidad de clase, ha permitido la instauración generalizada de la precariedad en las grandes multinacionales procedentes de empresas públicas.
Ninguno de los dos procedimientos ha sido confrontado por los dos grandes sindicatos.
La crisis capitalista ha venido a sumarse a este tsunami destructivo de empleo y de derechos instalando una jungla de explotación salvaje y de “ejército de reserva” desesperado dispuesto a trabajar como sea.
Tras el 15 M y frente a la Cumbre Social, las Marchas de la Dignidad.
En este marco caracterizado desde el punto de vista sindical por el gran desprestigio de CC.OO. y UGT, la debilidad y la fragmentación del sindicalismo alternativo, y en un escenario de auge de la movilización popular contra la crisis, surgen las Marchas de la Dignidad.
Se construyen tras comprobar el cenagal de impotencia y engaño a que pretendía abocar al movimiento popular surgido en torno al 15M, una “Cumbre Social” que bajo el disfraz de multitud de ONG,s y “movimientos sociales” apenas encubría a los artífices del montaje: CC.OO., UGT, PSOE e IU.
Tras haber jugado el indigno papel de facilitadores y legitimadores del programa del capital, encubierto por enésima vez de la justificación de “es lo que hay y no es posible impedirlo” y arropado por quienes se encargan de hacer realidad la profecía, los hacedores de la Cumbre Social reclamaban en 2012, “la vuelta de la Europa Social”, de “los aspectos progresistas de la Constitución de 1978” y del Estado del Bienestar”4.
Para dar idea de la envergadura del montaje y de su papel distorsionador de la realidad, baste recordar que acababa de producirse la reforma del artículo 135 de la Constitución (2011), el Tratado de la Zona Euro (2012) y la Ley Orgánica 2/2012 imponiendo férreamente a todas las administraciones públicas, incluida la Seguridad Social, los objetivos del pago de la Deuda y de la reducción del Déficit5.
En este contexto se empiezan a construir en el otoño de 2013 las Marchas de la Dignidad como espacio de confluencia de sindicatos, movimientos sociales y organizaciones políticas en torno a un programa político de ruptura cuyo primer punto es: No al Pago de la Deuda, y que identifica a los gobiernos de la Troika como agentes de las políticas que asolan las condiciones de vida de la clase obrera y sectores populares.
La movilización más grande desde la Transición cerró la boca de quienes encubrían su connivencia con el poder arguyendo que “para que las movilizaciones sean masivas hay que rebajar contenidos políticos” o que “la gente no entiende lo de la Deuda y la UE”.
El tiempo transcurrido no ha hecho más que reforzar la validez de los planteamientos de las Marchas. Cada vez es más evidente que la Deuda y el cumplimiento del Déficit, y en definitiva la pertenencia a la YE y al Euro, actúan como tenaza que imposibilita cualquier política alternativa. Desde los estibadores, a la lucha de los pensionistas o las políticas de gasto social de cada una de las administraciones públicas, chocan una y otra vez contra el mismo muro.
A todo ello se une la evidencia incontestable del escarnio que el gobierno de Satiriza protagonizó en 2015 y que se agiganta cada día. No sólo traicionó todos sus compromisos políticos –incluyendo el respeto al resultado del Referéndum que le exigía no acatar los designios de la Troika– sino que demostró a todos los pueblos de Europa que no hay posibilidad alguna de alternativa política en el marco de la UE y del Euro. Lo que ocurrió en Grecia no hace aún dos años, y de lo que ninguna organización de la izquierda institucional habla, sitúa al programa de las Marchas de la Dignidad como la única plataforma política del movimiento popular que hace del cuestionamiento de la UE el centro de su discurso político.
Por eso precisamente, porque ese programa político deja en evidencia los nuevos-viejos señuelos de la impotencia reformista –hoy menos creíble que nunca– las Marchas de la Dignidad están plagadas desde sus comienzos de tensiones internas. Quienes pretenden reconducirlas a lo políticamente correcto, sueñan estar en el gobierno en fecha no lejana y quisieran no encontrarse con una clase obrera y unos pueblos que van aprendiendo lo inútil y peligroso que es darse una y otra vez con el mismo muro. Y que al mismo tiempo van viendo cómo, frente a una izquierda débil y sin política alternativa, se alzan cada vez con más fuerza opciones electorales de extrema derecha.
Por ello, la reconstrucción del movimiento obrero inevitablemente debe realizarse confrontando radicalmente las políticas de colaboración de clase, entre las que la defensa de la UE y el Euro ocupa un lugar central. Líneas de demarcación como el No Pago de la Deuda (que curiosamente fue una de las primeras decisiones del Soviet de Petrogrado frente a un empréstito multimillonario suscrito por el Zar con la banca francesa), junto a la unificación de las luchas obreras y movimientos sociales son elementos clave.
Tal y como recoge el Manifiesto-llamamiento de las Marchas para el 27 de mayo6: “En la lucha difícil que hemos emprendido por un cambio real, no un simple cambio de gobierno, necesitamos que quienes estemos dispuestos a pelear nos unamos. La construcción de poder popular exige pasos pacientes y firmes que no se dejen seducir por los cantos de sirena de falsas soluciones institucionales que tan caro pagamos en la Transición y que hoy, en el marco de la Unión Europea, son más engañosos que nunca”.
Mayo de 2017Notas:
1 http://informes.seminaritaifa.org/el-impacto-de-la-ue-en-la-industria-espan%CC%83ola/
2 http://canarias-semanal.org/not/10499/la_increible_bicoca_de_los_ex_ministros__del_ppsoe__listado_de_sus_suculentos_salarios_y_ocupaciones_/
3 Este asunto ha sido analizado recientemente por mi en un capítulo titulado “El grito”, integrado en el libro colectivo Capitalismo y salud mental (2017) . http://www.cismaeditorial.esy.es/saludmental.html
4 Un lúcido análisis sobre ese proceso puede encontrarse aquí: http://redroja.net/index.php/comunicados/831-el-mito-de-la-vuelta-al-estado-del-bienestar-otro-capitalismo-es-imposible
5 Un riguroso análisis de los mecanismos de coerción de la Euro-zona para imponer recortes del gasto público y privatizaciones puede encontrarse aquí:http://www.redroja.net/index.php/noticias-red-roja/noticias-cercanas/1910-informe-de-red-roja-sobre-la-ley-organica-22012-el-final-de-cualquier-soberania-y-el-arma-de-destruccion-masiva-de-los-servicios-publicos
6 El Manifiesto-llamaiento completo para el 27 de mayo se puede consultar aquí: http://marchasdeladignidad.org/el-27-de-mayo-volvemos-a-madrid/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

En defensa del populismo

En defensa del populismo
Cuba Posible
Civilización y populismo de izquierdas
El mayor error que podría cometer un populismo de izquierdas sería renunciar a la defensa de la objetividad republicana. Es más, esta defensa de la objetividad republicana es más bien lo único que puede convertir al populismo en un populismo de izquierdas.
Desdichadamente, en estos días, es un error habitual y que, además, tiene algo de paradójico, porque se trata del mismo error que cometió ese marxismo que supuestamente el populismo de izquierdas alardea de superar: el desprecio a la modernidad. El marxismo le regaló al enemigo toda la teoría del Estado moderno y, con ella, todo el pensamiento republicano de la Ilustración. Ahora, el populismo de izquierdas pretende haber dejado atrás el marxismo, pero persiste en sus mismos errores. El marxismo, como consecuencia de pretender superar el derecho (supuestamente) “burgués”, se vio abocado a inventar algo mejor que la democracia parlamentaria y algo mejor que el garantismo jurídico. Sus herederos de extrema izquierda (del corte de Antonio Negri), siguieron en sus trece, intentando inventar una democracia más radical que la democracia. De una manera u otra, había que inventar un “hombre nuevo”, que hacía viejo al ciudadano de la Ilustración. Se inventaba así, como ya hemos insistido, una especie de atleta moral al que la modernidad le quedaba pequeña. No vamos a insistir más en el resultado de tanta experimentación moral y social.
Pero en la misma situación se encuentra el populismo cuando tiene que distinguir entre la izquierda y la derecha. Si no se hace referencia a las instituciones republicanas se pierde sin remedio la única brújula que permite hacer distinciones políticas. Es un callejón sin salida y es, además, el mismo que el del marxismo de extrema izquierda. Como no vale la democracia a secas, se inventa la democracia radical, participativa o asamblearia, se hacen cantos al mandato imperativo y se abomina de la idea de representación. Pero, en el fondo, el populismo fascista está haciendo exactamente lo mismo y, en este sentido, no hay forma de distinguirlo más que por cuestiones tribales, morales o, en fin, religiosas.
Sin embargo, el diálogo entre el pensamiento populista y el pensamiento republicano es inevitable. Es cierto que el mundo político es un mundo de síntomas y no de razones. Es cierto que la verdad no puede surgir más que del juego de los mentirosos. Para los que no somos dioses, la verdad no desciende los cielos, ni tampoco puede emanar de los expertos o los especialistas, pues, en política, no los hay. La verdad tiene que abrirse camino en “ese espacio vacío al que los hombres acuden a engañarse unos a otros bajo juramento” [1]. Tiene que gestarse en la plaza pública. Ahora bien, todo el pensamiento político de la Ilustración consistió en idear juegos institucionales que facilitaran el alumbramiento de la verdad en el ágora. Todo el entramado de poderes y contrapoderes persigue anular unas mentiras con otras, unos síntomas con otros, unos intereses con otros, de tal modo que se genere algo de silencio y como decía Voltaire, algo de “tranquilidad republicana”. Se trata de que las instituciones tiendan trampas al griterío de la ciudad, con la pretensión de que anulando unos gritos con otros, en algún momento, sea posible la calma necesaria para que hable la voluntad general. Todo el sistema de la separación de poderes es un artilugio increíble para conseguir producir vacío, para dejar vacío el lugar de la Ley y conseguir, así, “que gobiernen las leyes y no los hombres”, según la expresión jacobina que define lo que solemos llamar “el imperio de la Ley” o el “estado de derecho”. Al impedir al legislador gobernar y juzgar, al gobernante juzgar y legislar, al juez legislar y, por supuesto, gobernar, se logra generar, entre los mortales, una especie de imitación de la divinidad: el lugar de la ley queda vacío y la ley queda así por encima de los hombres y de su juego democrático. Es verdad que los hombres y la democracia pueden cambiar la ley, pero, en un “estado de derecho”, tienen que hacerlo con arreglo a la ley. Y eso introduce un distanciamiento del pueblo consigo mismo, un distanciamiento que le obliga, podríamos decir, a pensárselo dos veces, o, en fin, a razonar.
Una vez más, el asunto se vertebra en la figura misma de Sócrates. En el año 406 a.C., en una de la batalla navales de la guerra del Peloponeso, la escuadra ateniense venció a la flota espartana, pero una fuerte tempestad impidió a los generales victoriosos prestar auxilio a los náufragos y recoger los cuerpos de los atenienses que perecieron en la refriega para darles sepultura según el ritual funerario que sus costumbres prescribían. Ello motivó que, a su regreso a la patria, fueran acusados del delito de abandono a los caídos, que en Atenas se castigaba con la muerte. Sócrates votó en contra, argumentando que la ley exigía juzgar a los generales uno por uno y no en bloque, como se estaba haciendo. Se le contestó que las leyes eran obra del pueblo y que el pueblo estaba ahora de acuerdo: las leyes no pueden decir al pueblo que las ha creado si se debe hacer esto o lo otro. Es una pérdida de tiempo juzgar por separado cuando el pueblo entero está de acuerdo en juzgar en bloque. De acuerdo, contestó Sócrates, cambiad la ley entonces y juzgad en bloque, pero con arreglo a la ley. Ahora bien, cambiar una ley lleva siempre su tiempo, demasiado tiempo. La filosofía nació del tiempo libre, pero la ciudad suele tener prisa, lo que no suele tener es, precisamente, tiempo. Cambiar la ley llevaría aún más tiempo que juzgar por separado. Se puede tomar el atajo, por tanto, de que el pueblo, sencillamente, decida lo que dé la gana. Solo Sócrates votó en contra. Y esta es la intervención de la filosofía en el mundo político. No somos dioses. Las leyes tampoco las han hecho los dioses, sino los hombres y, por eso mismo, pueden cambiarlas. Que las cambien, diría Sócrates, pero con arreglo a la ley. Eso basta para que las leyes sigan siendo divinas aunque sean obra de mortales.
Es decir, lo “divino” de la ley viene tan sólo de un retraso, de un tomarse un poco de tiempo, de un tiempo libre. No es una gran garantía, pero es algo y muy importante, porque vertebra todo eso que llamamos actualmente separación de poderes. Si para juzgar a lo generales en bloque hay que cambiar la ley, a lo mejor es más rápido, sencillamente, cumplir la ley y juzgarles uno a uno. “Y si vosotros, atenienses, decidís cambiar la ley para poder juzgar en bloque, cuando haya que juzgaros a cualquiera de vosotros, se os juzgará (como habéis decidido) también en bloque, como dios manda; y nada de lamentaciones porque entonces seáis las víctimas y no los verdugos”. En todo caso, la ley estará siempre por encima del pueblo. No porque la hayan enviado los dioses, sino porque el pueblo no puede cambiarla de cualquier manera, sino que tiene que cambiarla con coherencia, recordando lo que se decidió y siendo consecuente, es decir, razonando. Este imperativo de coherencia es el único contacto con la divinidad que les está permitido a los mortales. Esta es la distancia de un pueblo respecto de sí mismo, la distancia que convierte a un pueblo en una república.
Lo que las instituciones republicanas hacen con la ciudad no es nada diferente a lo que el diálogo de Sócrates hacía con sus conciudadanos. Recordemos el diálogo con Calicles en el Gorgias. Calicles se enfurece con Sócrates porque sus preguntas le han encorsetado de tal modo que, de pronto, se ve obligado a decir cosas que él no quiere decir. Él ha comenzado con un discurso impresionante que deja pequeño a Nietzsche, sobre lo que es la ley como palabra del más fuerte. Sócrates no ha interrumpido su discurso (como ha hecho con Polo), ni se ha permitido ausentarse (como ha hecho con Gorgias: se lo ha perdido porque se ha entretenido en el mercado preguntando a un zapatero lo que es un zapato). El discurso de Calicles, en cambio, se lo ha tragado entero, entre otras cosas porque este hombre malhumorado ha comenzado por amenazarle con mandarle azotar. Pero, finalizado el discurso, Sócrates, que se muestra supuestamente admirado, pide una aclaración bien estúpida: no ha entendido muy bien qué es ser fuerte, qué es ser débil, y cosas así. El problema es que en cuanto Calicles acepta responder a sus preguntas, aunque sea con impaciencia, se ve envuelto en una especie de corsé institucional que le obliga a decir cosas que no quiere decir; en concreto que “es mejor sufrir injusticia que cometerla”. Este “corsé institucional” no consiste en ninguna conglomeración de tradiciones o en un tinglado de mitos o creencias compartidas. Es sólo que Sócrates le exige coherencia con lo que previamente ha dicho y le recuerda todo el rato si antes dijo esto o lo otro. Es una anterioridad que parece cronólogica, pero que en seguida se ve que no lo es: es una anterioridad lógica o estructural. Sencillamente, ciertas cosas no pueden ser verdad si otras cosas lo son previamente. Si hubiera que expresarlo en “el lenguaje de los poetas”, habría que decir que lo que es anterior en el diálogo no es anterior cronológicamente en esta vida, sino “en una vida anterior”.
El resultado es muy interesante, porque llega un momento en que Calicles se levanta enfadado y dice que así no se puede hablar y que se va. Los presentes le piden que se quede un poco más, porque tienen interés en saber a dónde quiere llegar Sócrates con su interrogatorio. Entonces, Calicles dice que condesciende a quedarse un rato todavía, pero que, a partir de ese momento, responderá a Sócrates mecánicamente, siguiéndole la corriente como a un tarado. Lo interesante es que, poco después, Calicles vuelve a enfurecerse: se ve diciendo a sí mismo cosas que no quiere decir y que le espanta, incuso, tener que pensar al decirlas, pese a que él mismo ha anunciado que no iba a hablar más que para seguirle la corriente a Sócrates. Por lo visto, no puede evitar tener que pensar en lo que está diciendo, aunque lo esté diciendo por seguir el juego. Y tener que asentir en su interior a cosas que no quiere ni pensar ni decir, le encoleriza más todavía que antes, de modo que, esta vez sí, abandona la reunión amenazando a Sócrates con llevarle algún día a la asamblea, para que intente defenderse sin discursos y con esas payasadas dialécticas.
Pues bien, esto de construir instituciones que obliguen a la ciudad a decir cosas que, en principio, nadie quiere decir, es lo que llamamos posibilidad republicana. La forma de dialogar que tiene Sócrates es extremadamente sencilla, pregunta algo muy tonto sobre si un burro come zanahorias o si una medicina es agradable o asquerosa y luego, andando la conversación, te obliga a recordar que en su momento respondiste esto o lo otro. Parece muy sencillo pero, en realidad, Sócrates ha introducido una verdadera ciudadela racional en la conversación, una especie de torre de asalto que somete la conversación a una especie de orden constitucional. Lo mismo hacen o intentan hacer las instituciones republicanas con la algarabía de conversaciones de la ciudad. Obligan, en suma, al pueblo y su inmanencia cultural, ideológica o histórica, a tomar distancia con respecto a sí mismo. Le obligan a precipitarse por un abismo en el que de pronto se dicen cosas que nadie quiere ni a nadie interesa decir. Son cosas tanto más interesantes como que no ha interesado decirlas. Se trata, en suma, de lograr que el interés de lo desinteresado, patrimonio de la filosofía, se convierta en el centro gravitacional de la vida política. Los intereses sociales, económicos, históricos, culturales o tribales, se ven confrontados, así, con los intereses de la razón. Se abre, entonces, la posibilidad de que en lugar de plantear un tinglado legislativo que encaje lo mejor posible con los intereses sociales de su época, sirva de norma y de medida a cualquier sociedad y cualquier época. En lugar de poner el derecho en estado de sociedad, se pretende entonces que sea la sociedad la que se ponga en estado de derecho. Es obvio que ninguna otra cosa se puede entender en lo que fue el preámbulo de la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano:
“Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los Gobiernos, han decidido exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, con el fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, le recuerde permanentemente sus derechos y deberes; con el fin de que los actos del Poder legislativo y los del Poder ejecutivo, al poder ser comparados a cada instante con la meta de toda institución política, sean más respetados”.
A esta posibilidad de que un pueblo tome distancia respecto a sí mismo, se le ha llamado con todo sentido “civilización” [2]. Por mucho que esta palabra haya servido de coartada a tantos y tantos genocidios coloniales, lo que es absurdo es, una vez más, regalar el concepto al enemigo y darle así consecuentemente la razón, de modo que no pueda pensarse en otra obra de la civilización que la que ellos quieran considerar como tal. Cuando el colonialismo se ha vestido de civilización, lo malo no ha sido la civilización, sino el colonialismo. Da un poco de vergüenza tener todavía que insistir en cosas tan obvias.
Podemos retomar ahora lo que decíamos al comienzo de este libro, cuando mencionábamos la metáfora leninista del bastón curvado. Para enderezar el bastón hace falta una guía que no puede ser la línea recta. Esto es elemental para el pensamiento populista. Pero el pensamiento republicano tampoco ha sido en absoluto ajeno a este problema. Todo lo contrario. Siempre ha sido bien consciente de que no hay líneas rectas en política. Nada lleva estampado el sello de la verdad como si fuese una moneda acuñada. Nos tenemos que conformar con que haya cosas menos erróneas que otras, con la seguridad, aristotélica, de que cuando nos alejamos del error, al fin y al cabo, nos aproximamos a la verdad. Nadie tiene la verdad en sus manos ni puede pretender tenerla. Todos los espacios son curvos y producen síntomas. Ahora bien, unas curvaturas pueden anularse con otras y entonces puede aprovecharse para trazar alguna línea más recta que otras. Hay algunas recetas institucionales que sirven muy bien para cumplir este papel y todas ellas fueron muy bien teorizadas por el pensamiento político de la Ilustración. Son recetas que sirven, podría decirse, para que el pueblo se haga un lío consigo mismo y deje un poco de sitio para las obras de la razón. Acabamos de nombrar la división de poderes. Pero antes hemos citado ya -en una extensa nota a pie de página- una larga lista de entramados institucionales que intentan lograr, en fin, que un pueblo se distancie de sí mismo y pueda contemplarse, juzgarse y legislarse.
Se trata de lograr un sistema en el que el bastón, doblado por aquí y por allá en varios sentidos, se doble todavía más en muchos otros, pero de tal modo que, finalmente, haya alguna esperanza de que se acomode a una línea recta. O dicho de otro modo, se trata de conseguir que un pueblo se someta a esa disciplina mayéutica, en la que, en efecto, puede hacerse una especie de lío con sus premisas y conclusiones (tal y como estuviera dialogando con Sócrates) y acabe diciendo cosas que a nadie en principio le interesa decir: ante todo, por supuesto, que “es mejor sufrir injusticia que cometerla”, un buen principio, si se piensa bien, que está a a base de cualquier ordenamiento jurídico constitucional.
La confianza de la Ilustración es haber dado con un entramado institucional que no se limita a contraponer unos conglomerados de poder con otros, sino que, más bien, logra (por imperfectamente que sea) anular unos poderes con otros, con la esperanza de que, de soslayo, se pueda otorgar a la razón alguna suerte de poder. Para ello es preciso generar un espacio vacío para la libertad. Lo normal antropológicamente es pertenecer a las instituciones tribales, culturales e históricas. Pero la pretensión de la Ilustración es poner al ser humano más allá de lo normal antropológicamente hablando, en un más allá de sí mismo, al que se llama, precisamente, libertad. Por eso, la lógica institucional de la Ilustración no genera pertenencia, sino más bien, derecho a no pertenecer. El ser humano tiene “todos los derechos y libertades proclamados en estas Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición”. Este artículo de la Declaración de derechos humanos (1948), sitúa desde el principio al ser humano en una anterioridad respecto de cualquier pertenencia tribal, cultural, histórica o social. Y es ahí precisamente donde se pretende instalar el principio motor del Derecho. La cosa puede resumirse con Kant de la siguiente manera:
“Nadie me puede obligar a ser feliz a su manera (tal como él se imagina el bienestar de otros hombres), sino que es lícito a cada uno buscar su felicidad por el camino que mejor le parezca, siempre y cuando no cause perjuicio [Abbruch] a la libertad de los demás para pretender un fin semejante, la cual libertad puede coexistir con la libertad de todos y cada uno según una posible ley universal (esto es, coexistir con ese derecho del otro).” (Teoría y praxis, 1793 / VIII, 289)
Esta definición de libertad de Kant, aparentemente tan “individualista”, tiene que ser compatible, por supuesto, con otra definición que el mismo autor nos apunta en Hacia la paz perpetua: “la facultad de no obedecer ninguna ley exterior sino en tanto en cuanto he podido darle mi consentimiento”. Aquí el acento se pone, como vemos, en la co-pertenencia entre libertad y participación política en la legislación. Se puede decir que todo este horizonte de problemas puede resumirse en el siguiente texto de El conflicto de las facultades, en el Kant condensa lo que podríamos llamar el “ideal republicano”:
“La idea de una constitución concordante con el derecho natural de los hombres, a saber, que quienes deben obedecer a la ley también deben ser al mismo tiempo, unidos, los legisladores, subyace a todas las formas políticas y la comunidad política acorde con ella, que pensada por conceptos racionales puros se llama ideal platónico (respublica noumenon), no es una vacía fantasmagoría sino la norma eterna para toda constitución civil”. (Streit, VII, 90-91)
Cualquier intento de conferir a la ética un mayor protagonismo en la constitución de la democracia —por encima de lo que nos señalan estos textos de Kant—, escondería siempre una concesión más o menos larvada a alguna suerte de principio despótico. La ética no debe inmiscuirse en la política más que en el sentido de que la república debe garantizar algo así como una gramática para la libertad, de tal modo que, en efecto, nadie puede obligar a nadie a ser feliz a su manera. Lo cual implica, por supuesto, que nadie debe ser feliz de manera que comprometa el modo de ser feliz de los demás. Por poner un ejemplo, los hombres no tienen derecho a ser felices diciendo de paso a las mujeres como deben ser felices ellas.
Ahora bien, el problema, como suele ocurrir en tantos casos, se complica si traemos a colación algunos textos de Marx, es decir, si descendemos al asunto de nuestra “democracia real” (en el mismo sentido, me refiero, en el que se hablaba de “socialismo real” en contraposición a los bellos ideales que se barajaban en la obra de los autores socialistas). Porque, entonces, nos encontramos con una realidad que no ha sido mencionada, el capitalismo. La pregunta es, ahora, qué posibilidades de realización tiene este “ideal republicano” que hemos mencionado en condiciones capitalistas de producción.
El problema es sumamente grave, porque el liberalismo político que acabamos de delinear más arriba, resulta ser muy difícil de articular con lo que se llama liberalismo económico (y actualmente, neoliberalismo). Podemos resumir el dilema con una famosa frase de Eduardo Galeano, referida a la historia liberal del siglo XX: “para dar libertad al dinero, en Latinoamérica, las dictaduras encarcelan a la gente”. Lo que nos hace pensar que, en una estricta coherencia con el pensamiento republicano, para dar libertad a la gente, es preciso encarcelar al dinero, mediante una vigilancia exhaustiva y una legislación implacable.
La dificultad fundamental reside en el hecho de que el aludido “ideal republicano” se levanta sobre el presupuesto de un “imperio de la ley” establecido por procedimientos políticos (y además democráticos). El problema es que, según demuestra la obra de Marx —y según constatamos a diario en los realidad de los periódicos—, bajo condiciones capitalistas, el poder político está siempre enteramente secuestrado por un metabolismo económico inmensamente más poderoso.
El programa populista republicanoAsí pues, Marx trajo muy malas noticias al pensamiento republicano. Bajo las condiciones económicas capitalistas, los “dueños del poder real” permanecerán siempre en estado salvaje, ajenos a la civilización y al progreso institucional. La civilización del poder político, de este modo, se convierte en una fantasmagoría y, en ocasiones, en una coartada de los poderes salvajes que operan a nivel económico.[3]
Ahora bien, como ya hemos planteado aquí varias veces, la peor conclusión que se puede sacar de esta constatación es que la civilización política republicana no es más que un epifenómeno del salvajismo capitalista. Para empezar porque, de este modo, el anticapitalismo se ve abocado a romper las amarras con el proyecto civilizatorio republicano y, a la postre, con toda suerte de sensatez política, incluso, finalmente, con toda posibilidad de conectar con el sentido común. Y regalar el sentido común al enemigo es una verdadera insensatez. Ante todo porque, entonces, se vuelve impracticable la lucha por la hegemonía cultural e ideológica. No es extraño, entonces, que el populismo de derechas o de izquierdas gane la partida.
Pero, en este sentido, el populismo de izquierdas también comete un grave error que, como ya dijimos antes, viene a repetir el error del marxismo. El populismo se alía con el sentido común y la afectividad popular, pero renuncia a su civilización. Renuncia en suma a la consideración de una objetividad republicana. El populismo “supera” el “meta-relato” del marxismo, que despreciaba como “burgués” el pensamiento republicano de la modernidad. Pero reincide en el mismo error del marxismo, el desprecio por la modernidad. Si todo es construcción retórica, si no hay objetividad alguna en el mundo político, si todo es, en definitiva, relativo, lo que se vuelve entonces cada vez más difícil es distinguir a la izquierda de la derecha en el océano populista. Y de nada vale acumular epítetos detrás del término democracia, apelando a una democracia radical, participativa, asamblearia, imperativa, auténtica, lúdica o emotiva; lo mismo que se hace por la izquierda, se puede hacer por la derecha. Hay que desengañarse: la única posibilidad de marcar un abismo con el populismo fascista reside en la referencia populista de izquierdas a los principios republicanos.
Y en el caso español, desde que irrumpió Podemos en el escenario político, se ha demostrado que un populismo republicano o una Ilustración populista es perfectamente viable. Se trata de tender puentes con el sentido común, a favor de unas instituciones republicanas que ya están perfectamente instaladas en él. Y se trata, tan sólo, de llamar la atención sobre en qué medida se están dinamitando desde las oscuridades del mundo económico. La izquierda, en realidad, nunca lo ha tenido tan fácil para conectar con el sentido común. Basta constatar que, como ya vimos, ahora, los revolucionarios antisistema que están acabando con toda sensatez son “ellos”, los portavoces del neoliberalismo salvaje. El republicanismo nunca ha tenido tan a la mano un recurso populista para señalar un “ellos” y un “nosotros”.
Y nunca ha tenido tan fácil como ahora presentarse socialmente como defensor de las instituciones. Este fue, sin duda, el gran hallazgo de Podemos. Entre muchas de las tendencias anarco-líquidas del 15 M, Podemos supo extraer de ahí la defensa de las instituciones frente al anarco-capitalismo de los mercados. Dio el paso, en suma, hacia las instituciones. Gracias a eso tuvimos algo nuevo, que todavía no habíamos ensayado. Hay quien dice desde la izquierda que las instituciones son un peligro y que lo que hay que hacer es estar en la calle. Eso está muy bien y, desde luego, cuando se está en las instituciones hay que seguir en la calle. Pero conviene recordar que lo de estar en la calle no tiene nada de nuevo. Llevamos dos décadas en la calle. Ha habido años que hemos tenido una manifestación o dos a la semana, una huelga o dos al trimestre. Volvíamos a casa contentos porque habíamos sido muchos y cabizbajos porque no nos habían hecho ni caso. Y así todo el rato. Lo nuevo no es estar en la calle, eso ya lo habíamos probado y lo vamos a seguir probando, por la cuenta que nos trae. Lo que sí que es una novedad es tener diputados, concejales y alcaldes en las instituciones. Eso no lo habíamos ensayado demasiado. Tener una televisión, como la que inventaron Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero en su momento, eso la izquierda de este país no lo había probado. Lo que no habíamos probado, lo que sí que es una novedad, es tener a Ada Colau de alcaldesa de Barcelona. Las instituciones en suma, nunca las habíamos probado. ¿Qué pasaría si empezara a haber jueces procedentes de los movimientos sociales? ¿Qué pasaría si, además de en la Tuerka, tuviéramos la posibilidad de intervenir en Telemadrid, en Canal Sur, en TVE? ¿Qué pasaría si tuviéramos policías que en lugar de detener emigrantes, investigaran y detuvieran banqueros? ¿Qué pasaría si nuestros compañeros y compañeras antisistema empezaran a ser inspectores de hacienda, jueces, periodistas, alcaldes, concejales, consejeros?
Todo ello ha empezado, poco a poco, a hacerse realidad. Y parece difícil de negar que el milagro se llama Podemos. Porque fue Podemos quien convenció a los indignados de este país de dar el paso hacia las instituciones.
Decía Marx “un negro es un negro, solo bajo determinadas condiciones se convierte en un esclavo. Una máquina de hilar es una máquina de hilar, solo bajo determinadas condiciones se convierte en capital. En tanto que máquina, ahorra esfuerzos a la humanidad y la libera del imperio de la necesidad. En tanto que capital, alarga la jornada laboral e impone al hombre el yugo de las fuerzas naturales”. No era tan difícil de entender. Y no es tan difícil de entender que lo mismo podría hacerse con nuestras tan vilipendiadas instituciones: un parlamento, es un parlamento, sólo bajo determinadas condiciones se convierte en una estafa, un ayuntamiento es un ayuntamiento, solo bajo determinadas condiciones se convierte en una cueva de ladrones, un tribunal es un tribunal, solo bajo determinadas condiciones se convierte en una broma de mal gusto. No se trata, pues, de inventar algo mejor o más lúdico, creativo o transversal que los parlamentos, los ayuntamientos y los tribunales, sino de cambiar sus condiciones.[4]
(Fragmento)
Este texto corresponde a dos epígrafe del libro En Defensa del Populismo, (Los libros de la catarata, Madrid, 2016.) La selección del texto se hizo de conjunto con el autor, que autorizó su reproducción en Cuba Posible.
Referencias:

[1] “Ningún miedo tengo de hombres de los cuales es carácter poner en el centro de sus ciudades un espacio vacío al que acuden todos los días para engañarse unos a otros bajo juramento.” Estas son las palabras con las que, según Herodoto, el rey Ciro describía la democracia ateniense. Para un largo comentario de este “vacío”, en que el rey Ciro habría esperado encontrar un templo para los dioses o un trono para el rey, cfr. Educación para la ciudadanía. Capitalismo, Democracia y Estado de Derecho, Akal, Madrid, 2007.
[2] Cfr. capítulo 8, “Civilización y Progreso” de ¿Para qué servimos los filósofos?, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2012.
[3] De nuevo, recomendamos la obra de Luigi Ferrajoli, Poderes salvajes, Trotta, Madrid, 2011.
[4] A Foucault se le puede perdonar que dijera tonterías en esos años tan cercanos al 68, como, por ejemplo, que lo que había que hacer era “acabar con la forma tribunal y superar, incluso, la diferencia entre culpable e inocente”…, otra cosa más triste es que todavía haya foucaultianos que digan cosas así.
Fuente: http://cubaposible.com/defensa-del-populismo/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.