martes, 28 de febrero de 2017

Claves del anticapitalismo y el antimperialismo hoy Las visiones de Fidel en los nuevos escenarios de lucha Fernando Martínez Heredia La Tiza

Claves del anticapitalismo y el antimperialismo hoy
Las visiones de Fidel en los nuevos escenarios de lucha
La Tiza


Palabras íntegras del autor en la segunda sesión de 12º Paradigmas Emancipatorios.


El primer homenaje que recibió Fidel al morir fue una consigna de hoy, una invención de jóvenes que hizo suya todo el pueblo de Cuba: “yo soy Fidel”. Así se demostró que Fidel es del siglo XXI, y que cuando el pueblo entero se moviliza con conciencia revolucionaria es invencible. En esos días del duelo Fidel libró su primera batalla póstuma, y volvió a mostrarle a todos, como en 1953, el camino verdadero.
Hoy, cuando vamos a compartir acerca de los caminos de las luchas — porque lo verdadero son las luchas — , es natural comenzar con la ayuda de Fidel, y emular con sus ideas y sus actos para sacarles provecho, no imitándolos, sino traduciéndolos a nuestras necesidades, situaciones y acciones.
Para sacarle provecho a Fidel, tenemos que evitar repetir una y otra vez lugares comunes y consignas. Conocer más las creaciones y las razones que lo condujeron a sus victorias, las dificultades y los reveses que Fidel enfrentó, lo que pensó sobre los problemas, sus acciones concretas, puede aportarnos mucho, y de esa manera será más grande su legado.
En el tiempo de su vida pueden distinguirse tres aspectos: Fidel, joven revolucionario; el líder de la Revolución cubana y el líder latinoamericano, del Tercer Mundo y mundial
Fidel brinda un gran número de enseñanzas, tanto para el individuo como para las luchas políticas y sociales. Quisiera enumerar muy brevemente algunas de las características de su legado que me parecen importantes para nuestros objetivos:
1-Partir de lo imposible y de lo impensable, para convertirlos en posibilidades mediante la práctica consciente y organizada y el pensamiento crítico, conducir esas posibilidades actuantes hacia la victoria al mismo tiempo que se forman y educan factores humanos y sociales para poder enfrentar situaciones futuras, y mediante las luchas, los triunfos y las consolidaciones convertir las posibilidades en nuevas realidades.
2- No aceptar jamás la derrota. Fidel nunca se quedó conviviendo con la derrota, sino que peleó sin cesar contra ella. Me detengo en cinco casos importantes en su vida en que esto sucedió: 1953, 1956, 1970, el proceso de rectificación y la batalla de ideas. En 1953 respondió a la derrota del Moncada con un análisis acertado de la situación para guiar la acción. Cuando todos creían que era un iluso, se reveló como un verdadero visionario. En 1956, cuando el desastre del Granma, respondió con una formidable determinación personal y una fe inextinguible en mantener siempre la lucha elegida, por saber que era la acertada.
En 1970, comprobó que lograr el despegue económico del país era extremadamente difícil, pero entonces apeló a los protagonistas, mediante una consigna revolucionaria: “el poder del pueblo, ese sí es poder”. En1985, fue prácticamente el primero que se dio cuenta de lo que iba a hacer la URSS, que le traería a Cuba soledad, desastre económico y más grave peligro de ser víctima del imperialismo, pero su respuesta fue ratificar que el socialismo es la única solución para los pueblos, la única vía eficaz y la única bandera popular, que lo necesario es asumirlo bien y profundizarlo. Entonces movilizó al pueblo y acendró su conciencia, y sostuvo firmemente el poder revolucionario. En el 2000, ante la ofensiva mundial capitalista y los retrocesos internos de la Revolución cubana en la lucha para sobrevivir, lanzó y protagonizó la batalla de ideas, con sus acciones en defensa de la justicia social, su movilización popular permanente y su exaltación del papel de la conciencia.
No me va a dar tiempo a exponer cada punto, aunque fuera brevemente, así es que me limitaré a mencionarlos, con la intención de estimular el interés en el estudio de Fidel.
3- La determinación de luchar en todas las situaciones. Sería muy conveniente considerar como concepto a la determinación personal, en el estudio de los que se lanzan a lograr transformaciones sociales. La praxis es decisiva.
4- Organizar, fue una constante, una fiebre de Fidel. Ojalá que este sea uno de los temas principales de este taller.
5- La comunicación siempre, con cada ser humano y con las masas, en lo cotidiano y en lo trascendente, es una de las dimensiones fundamentales de su grandeza y es uno de los requisitos básicos del liderazgo.
6- Utilizar tácticas muy creativas, y estrategias impensables, y sin embargo factibles.
7- Luchar por el poder y conquistarlo. Mantener, defender y expandir el poder. Se puede discutir casi eternamente acerca el poder en términos abstractos, pero solo las prácticas revolucionarias logran convertir al poder en un problema que pueda resolverse.
8- Crear los instrumentos y los protagonistas. Tomar las instituciones para ponerlas a nuestro servicio, no para ponernos al servicio de ellas.
9- Ser más decidido, más consciente y organizado, y más agresivo que los enemigos.
10- Enseñar y aprender al mismo tiempo con los sectores del pueblo que participan o que simpatizan, y después con todo el pueblo. Avanzar hacia formas de poder popular.
11- El gran logro cubano, unir la liberación nacional a la revolución socialista.
12- Ser siempre un educador. Hacer educación a escala del pueblo. Que el pueblo se levante espiritualmente y moralmente, para que se vuelva participante consciente y capaz de todo, complejice sus ideas y sus sentimientos y enriquezca sus vidas.
13- Que la concientización esté en el centro del trabajo político, no solo para avanzar y ser mejores, sino para que la política llegue a convertirse en una propiedad de todos.
Siento que la mayor lección que le brinda Fidel a los luchadores de América Latina actual es lo que pensó y lo que hizo entre 1953 y 1962. Puede ser muy valioso ponernos de acuerdo para estudiar, discutir y socializar ese período.
Desde hace un año estamos oyendo decir que la situación en nuestro continente se ha vuelto cada vez más difícil, por que acontecen hechos adversos a los pueblos, y por la ofensiva del imperialismo y sus cómplices de clases que son a la vez dominadas por él y dominantes en sus países. Aunque parezca que empiezo por el final, quisiera comenzar con un comentario acerca de las relaciones que existen entre dificultades y revolución.
Para los revolucionarios, y durante los procesos de revolución, hay momentos felices y procesos felices, pero en las revoluciones verdaderas no hay coyunturas fáciles. Cuando puedan parecernos fáciles es solamente porque no nos hemos dado cuenta de sus dificultades. Y es así porque estas revoluciones, a las que amamos y por las que estamos dispuestos a todo, son las iniciativas más audaces y arriesgadas de los seres humanos, que emprenden transformaciones prodigiosas liberadoras de las personas y de las relaciones sociales, a tal grado que nunca más quieran, ni puedan, volver a vivir en vidas y sociedades de dominación y de violencias y daños de unos contra otros, de individualismo y afán de lucro. Son revoluciones que pretenden ir creando personas cada vez más plenas y capaces, y realidades que contengan cada vez más libertad y justicia, donde entre todos se logre cambiar el mundo y la vida. Es decir, crear personas y realidades nuevas.
Si lo que acabo de decir le parece imposible al mundo existente y las creencias vigentes en la prehistoria de la humanidad, al sentido común y al consenso con lo esencial que mantiene a las sociedades sujetas al capitalismo, ¿cómo no va a ser sumamente difícil todo lo que hagamos y proyectemos? Si jamás las clases dominantes estarán dispuestas a admitir que se levante el pueblo y adquiera dignidad, orgullo de sí mismo y dominio de la situación, conciencia y organizaciones suyas, a su servicio y eficaces, que esté en el poder y que lo convierta en un poder popular, entonces hay que convenir en que en esas épocas todo se vuelve muy difícil para la causa del pueblo. El joven Carlos Marx avizoraba bien cuando escribió que solamente mediante la revolución podrán los dominados salir del fango en que viven metidos toda su vida, porque los cambios y la creación de nuevas sociedades exigen también liberaciones colosales de los enemigos íntimos que todos albergamos dentro. ¿Cómo no van ser tan difíciles las revoluciones de liberación? Pero, si miramos bien y no nos dejamos desanimar, constataremos que el campo popular ya tiene mucho a su favor. Entremos con esas armas en un problema inmediato, que no es pequeño. La coyuntura actual expresa de manera escandalosa una carencia del campo popular que se ha ido acumulando en las últimas décadas, al mismo tiempo que esa carencia dejaba de ser percibida como una grave debilidad: la de un pensamiento verdaderamente propio, capaz de fundamentar su identidad en relación con su conflicto irremediable con la dominación del capitalismo, y capaz de servir para comprender las cuestiones esenciales de la época, las coyunturas, los campos sociales implicados y las fuerzas en pugna. Un pensamiento, por consiguiente, fuerte, convincente y atractivo, al mismo tiempo que útil como instrumento movilizador y unificante de lo diverso, y como herramienta eficaz para guiar análisis y políticas acertadas que contribuyan a la actuación y a la formulación de proyectos. Esa ausencia del desarrollo de un pensamiento poderoso del campo popular, crítico y creador, puede constatarse ante el estupor y la falta de explicaciones válidas que han abundado frente a los acontecimientos en curso en varios países latinoamericanos, que han registrado diferentes quebrantos, derrotas o retrocesos de procesos que han sido favorables a sus poblaciones y a su autonomía frente al imperialismo en lo que va de este siglo. En lugar de análisis coherentes, profundos y orientadores hemos escuchado o leído más de una vez comentarios superficiales revestidos con palabras que quisieran ser conceptos, o dogmas que quisieran cumplir funciones de interpretación.
Nada se avanza cuando se tilda de malagradecidos a sectores pobres o paupérrimos que mejoraron su alimentación y sus ingresos, y tuvieron más oportunidades de ascender uno o dos peldaños desde el fondo del terrible orden social, porque no han sido activos en defender a gobiernos que los han favorecido, o hasta les han vuelto la espalda en determinados eventos que les aportan triunfos a los reaccionarios. Y hasta se intenta explicar esos sucesos con retazos de una supuesta teoría de las clases sociales, como cuando se repite la proposición absurda de que “se convirtieron en clase media, y ahora actúan como tales”. Es preferible comenzar por ser precisos ante los hechos y partir siempre de ellos, como cuando el dirigente del Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, Joao Pedro Stedile, dice: “Tenemos muchos retos de corto plazo para poder enfrentar a los golpistas. La clase trabajadora sigue en casa, no se movilizó. Se movilizaron los militantes, los sectores más organizados. Pero el 85 por ciento de la clase sigue viendo novelas en la televisión”.
Tampoco se va lejos cuando se elaboran y discuten explicaciones de los eventos y las situaciones políticas e ideológicas candentes de la coyuntura a base de menciones acerca del fin de ciclos de altos precios de las materias primas, ni siquiera cuando economistas capaces ofrecen datos serios y añaden el descenso de la dinámica de la economía mundial y otros factores y procesos adversos.
Simplificando un poco más, habríamos tenido unos quince años de victorias electorales, gobiernos llamados progresistas y notables logros por medidas sociales, una fuerte autonomización de gran parte del continente respecto a los dictados de Estados Unidos y avances en las relaciones bilaterales y las coordinaciones de los países de la región hacia una futura integración, solamente porque tuvimos un largo ciclo de altos precios de exportación de las materias primas, algo que es explicable por los avatares de la economía mundial. Y como ahora esta se mueve en otro sentido y bajan los precios, debe terminar el ciclo político y social, y “la derecha” debe avanzar y recuperar sin remedio la posición dominante que había perdido.
Una persona con buena memoria y escasa credulidad se preguntaría enseguida cómo fue posible que a inicios de los años setenta del siglo pasado no sucediera en la región lo mismo que a inicios de este siglo, en cuanto a elecciones victoriosas, buenas políticas sociales y más autonomía de los Estados y horizontes integracionistas. Porque en aquella coyuntura subieron mucho los precios de las materias primas y, además, en buena parte de la región se vivían aumentos más o menos grandes del sector industrial, con ayuda de aquellos redesplazamientos jubilosos del gran capital en busca de maximización de ganancias que hoy tanto disgustan a Donald Trump.
Lo que sucedió entonces fue totalmente diferente: dictaduras, represiones que llegaron hasta el genocidio, conservatización de las sociedades y otros males, que no deben ser olvidados. Por consiguiente, hay que concluir, no es verdad que a determinada situación económica le “correspondan” necesariamente ciertos hechos políticos y sociales, y no otros.
En este caso estamos ante una de las deformaciones y reduccionismos principales que ha sufrido el pensamiento revolucionario, quizás la más extendida y persistente de todas: la de atribuir una supuesta causa “económica” a todos los procesos sociales. Detrás de su aparente lógica está la cosificación de la vida espiritual y de las ideas sociales que produjo el triunfo del capitalismo, que es aceptada por aquellos que pretenden oponerse al sistema sin lograr salir de la prisión de su cultura, y la consiguiente incapacidad de comprender que son los seres humanos los protagonistas de todos los hechos sociales.
Tres procesos sucedidos dentro las últimas cuatro décadas han tenido un gran impacto y muy duraderas consecuencias para nuestro continente. El estrepitoso final del sistema que llamaban del socialismo real y sus constelaciones políticas en el mundo, con consecuencias tan negativas en numerosos terrenos. El de la imposibilidad para la mayoría de los países del planeta de lograr el desarrollo económico autónomo de un país sin que necesariamente saliera del sistema del capitalismo. La terrible realidad fue la continuación de regímenes de explotación, opresiones y neocolonialismo, sin que fuera posible desplegar economías nacionales autónomas y capaces de crecer en beneficio del pleno empleo, más producción y productividad, servicios sociales suficientes para todos y una riqueza propia que repartir. El tercer proceso fue el de la consumación del dominio de Estados Unidos sobre casi todo nuestro continente. El capitalismo en América Latina transitó un largo camino de evoluciones neocolonializadas, sobredeterminadas por el poder de Estados Unidos, que lo dejó mucho más débil y subalterno.
Las lecciones que nos brindan esos tres procesos están claras y son sumamente valiosas. Una, todos los avances de las sociedades son reversibles, aun los que se proclamaban eternos; es imprescindible conocer qué es realmente socialismo y qué no lo es. Hay que comprender y organizar la lucha por el socialismo desde las complejidades, dificultades e insuficiencias reales, sin hacer concesiones, como procesos de liberaciones y de creaciones culturales que se vayan unificando. Dos, el capitalismo es un sistema mundial, actualmente hipercentralizado, financiarizado, parasitario y depredador, que solo puede vivir si sigue siéndolo, por lo que no va a cambiar. Las clases dominantes de la mayoría de los países necesitan subordinarse y ser cómplices de los centros imperialistas, porque no existe espacio ni tienen suficiente poder para pretender ser autónomos. La actividad consciente y organizada del pueblo, conducida por proyectos liberadores, es la única fuerza suficiente y eficaz para cambiar la situación. Para la mayoría de los países del planeta, serán los poderes y los procesos socialistas la condición necesaria para plantearse el desarrollo, y no el desarrollo la condición para plantearse el socialismo, como dijo Fidel en 1969.
Tres, Estados Unidos hace víctima a este continente tanto de su poderío como de sus debilidades, como una sobredeterminación en contra de la autonomía de los Estados, el crecimiento sano de las economías nacionales y los intentos de liberación de los pueblos. La explotación y el dominio sobre América Latina es un aspecto necesario de su sistema imperialista, y siempre actúa para impedir que esa situación cambie. Por tanto, es imprescindible que el antimperialismo forme parte inalienable de todas las políticas del campo popular y de todos los procesos sociales de cambio.
Como era de esperar, el capitalismo pasó a una ofensiva general para sacarle todo el provecho posible a aquellos eventos y procesos, y establecer el predominio planetario e incontrastado de su régimen y su cultura. El objetivo era, más allá de las represiones y las políticas antisubversivas, consolidar una nueva hegemonía que desmontara las enormes conquistas del siglo XX, manipulara las disidencias y protestas inevitables, y las identidades, impusiera el olvido de la historia de resistencias y rebeldías, y lograra generalizar el consumo de sus productos culturales y el consenso con su sistema de dominación.
Esa ofensiva no terminó, sino que se consolidó como una actividad sistematica, que sigue siéndolo hasta hoy. Es dentro de ese marco general que en cierto número de países de América Latina y el Caribe, que es la región del mundo con mayor potencial de contradicciones que pueden convertirse en acciones contra el sistema, movimientos populares combativos y victorias electorales produjeron cambios muy importantes de la situación general, a favor de sectores muy amplios de la población y de la capacidad de actuación independiente de una parte de los Estados.
La institucionalidad y las reglas políticas del juego cívico no fueron violadas para acceder y mantenerse en el gobierno, pero dentro de ese orden se han logrado reales avances, que sintetizo en seis aspectos: políticas sociales que benefician a amplios sectores necesitados; ejercicios de la ciudadanía mucho más amplios y mejores; cambios muy positivos en la institucionalidad en algunos de esos países; un rango apreciable de autonomía en el accionar internacional; más relaciones bilaterales latinoamericanas; y adelantos en las relaciones y coordinaciones de los países de la región, bajo la advocación de la necesidad de una integración continental.
No me detengo en esas nuevas realidades, que han alentado muchas motivaciones y esperanzas de avanzar hacia cambios más profundos, y han recuperado la noción del socialismo como el horizonte a conquistar, pocos años después de aquel colapso europeo que el capitalismo pretendió que fuera definitivo a escala mundial. Pero si quiero enfatizar dos cuestiones que el militante social y político debe analizar, conocer y manejar en sus prácticas. Primera, cada país tiene características, dificultades, acumulaciones históricas y condicionamientos que son específicos de él y resultan decisivos, al mismo tiempo que existen rasgos y necesidades comunes a la región que pueden ser fuente de aumento de la fuerza y el potencial de cada país, si somos capaces de desarrollar la cooperación y el internacionalismo. Segunda, los poderes establecidos en estos países confrontan enormes limitaciones, porque tienen muy poco control de la actividad económica, y padecen la hostilidad de una parte de los propios poderes del Estado y de los medios de comunicación.
Al hacer un balance de 2016, podemos constatar lo específico de cada país. La gran victoria electoral legislativa de la reacción venezolana no consiguió deponer a Maduro, y ahora se encuentra sin fuerza, unidad ni líderes suficientes para intentarlo. Pero en Brasil una pandilla de delincuentes logró todo lo que quiso, sin que haya fuerzas populares organizadas para resistir con alguna eficacia. Los procesos de Bolivia y Ecuador se mantienen fuertes y estables ante sus situaciones específicas, y en Nicaragua el FSLN acaba de ganar otra vez las elecciones muy holgadamente. En México no es probable un triunfo de partidos opositores en 2 018, aunque el prestigio del equipo gobernante está muy deteriorado y existen manifestaciones de protesta y resistencia no articuladas.
Estas especificidades, y muchos otras de tamaño y sentido diferentes, podrían irse enumerando, pero seguiría en pie un problema de gran envergadura: Estados Unidos continúa su ofensiva general dirigida a recuperar todo el control neocolonial sobre América Latina –incluida una “ofensiva de paz” contra Cuba — , y el bloque que forma con los sectores reaccionarios y entreguistas de cada país continúa tratando de cancelar o ir debilitando los procesos de los últimos quince años de la región.
¿Será suficiente el voto, la voluntad popular expresada en las urnas, al menos para defender con éxito las políticas sociales, los funcionarios electos y la legalidad existente, y que ellos no sean burlados, quebrantados o eliminados por la reacción? ¿Podrán seguir existiendo los procesos basados en una institucionalidad sin cambios en el suelo social y político para lograr transformaciones que beneficien a la población y abran paso a sociedades más justas y mejor gobernadas? ¿O, en unos casos, esa vía solo franqueará una forma intermedia de reconstitución a mediano plazo del poder del capitalismo en la región, en apariencia más avanzada que las formas previas, pero que en realidad habría sido solamente su puesta al día, sin afectar a lo esencial del sistema de dominación? Mientras que en otros países del continente se ha permanecido bajo el control del sistema y de camarillas que detentan o administran el poder.
Nada está decidido, ni nuestros enemigos ni nosotros tenemos la victoria al alcance de la mano. Pero albergo la certeza de que las batallas ideológicas y políticas serán las que determinarán la decisión en el enfrentamiento general. Destaco tres direcciones principales para el trabajo de análisis: a) buscar con rigor y sin omisiones todos los datos y todas las percepciones y formulaciones ideológicas que tengan alguna importancia –porque tanto unos como las otras constituyen las realidades que existen — , analizarlas por partes e integralmente, encontrar y formular lo esencial y describir al menos lo secundario; b) examinar y valorar los condicionamientos que sean relevantes para nuestra actuación, institucionales, económicos, ideológicos, políticos o de otro tipo; c) analizar y conocer las identidades, motivaciones, demandas, capacidad movilizativa y grado de organización con que contamos, y lo que está a favor de nuestros adversarios en esos mismos campos, es decir, la correlación de fuerzas. E insisto en que son las actuaciones de los seres humanos la materia principal de los eventos que mañana serán históricos.
La reacción no está proponiendo ideas, está produciendo acciones. No maneja fundamentaciones acerca de la centralidad que debe tener el mercado, la reducción de las funciones del Estado, la apología de la empresa privada y la conveniencia de subordinarse a Estados Unidos. No es a través del debate de ideas que pretende fortalecer y generalizar su dominio ideológico y cultural. El anticomunismo y la defensa de los viejos valores tradicionales ya no son sus caballos de batalla, ni los viejos organismos políticos son sus instrumentos principales.
Desde hace veinte años vengo planteando que el esfuerzo principal del capitalismo actual está puesto en la guerra cultural por el dominio de la vida cotidiana, lograr que todos acepten que la única cultura posible en esa vida cotidiana es la del capitalismo, y que el sistema controle una vida cívica despojada de trascendencia y organicidad. Lamento decir que todavía no hemos logrado derrotar esa guerra cultural.
Obvio aquí la mayor parte de lo que he expuesto acerca de sus rasgos, los factores a su favor y en contra suya, y sus condicionamientos, y comento solo lo más cercano a nuestro tema. El consumo amplio y sofisticado, que está presente en todas las áreas urbanas del mundo, pero al alcance solamente de minorías, es complementado por un complejo espiritual “democratizado” que es consumido por amplísimos sectores de población. Se tiende así a unificar en su identidad a un número de personas muy superior al de las que consumen materialmente, y lograr que acepten la hegemonía capitalista. La mayoría de los “incorporados” al modo de vida mercantil capitalista son más virtuales que reales. Pero, ¿formarán ellos parte de la base social del bloque de la contrarrevolución preventiva actual? El capitalismo alcanzaría ese objetivo si consigue que la línea divisoria principal en las sociedades se tienda entre los incorporados y los excluidos. Los primeros — los reales y los potenciales, los dueños y los servidores, los vividores y los ilusos — se alejarían de los segundos y los despreciarían, y harían causa común contra ellos cada vez que fuera necesario.
La reproducción cultural universal de su dominio le es básica al capitalismo para suplir los grados crecientes –y contradictorios — en que se ha desentendido de la reproducción de la vida de miles de millones de personas a escala mundial, y se apodera de los recursos naturales y los valores creados, a esa misma escala. Para ganar su guerra cultural, le es preciso eliminar la rebeldía y prevenir las rebeliones, homogeneizar los sentimientos y las ideas, igualar los sueños. Si las mayorías del mundo, oprimidas, explotadas o supeditadas a su dominación, no elaboran su alternativa diferente y opuesta a él, llegaremos a un consenso suicida, porque el capitalismo no dispone de un lugar futuro para nosotros.
Les he aclarado a compañeros que aprecio mucho que el capitalismo no intenta imponer un pensamiento único, como ellos afirman, sino inducir que no haya ningún pensamiento. Está en marcha un colosal proceso de desarmar los instrumentos de pensar y la costumbre humana de hacerlo, de ir erradicando las inferencias mediatas, hasta alcanzar una especie de idiotización de masas. La situación está exigiendo revisar y analizar con profundidad y con espíritu autocrítico todos los aspectos relevantes de los procesos en curso, todas las políticas y todas las opciones. Esa actitud y las actuaciones consecuentes con ella son factibles, porque el campo popular latinoamericano posee ideales, convicciones, fuerzas reales organizadas y una cultura acumulada. Una enseñanza está muy clara: distribuir mejor la renta, aumentar la calidad de la vida de las mayorías, repartir servicios y prestaciones a los inermes es indispensable, pero no es suficiente. Alcanzar victorias electorales populares dentro del sistema capitalista, administrar mejor que sus pandillas de gobernantes, e incluso gobernar a favor del pueblo a contracorriente de su orden explotador y despiadado, es un gran avance, pero es insuficiente. Vuelve a demostrar su acierto una proposición fundamental de Carlos Marx: la centralidad de una nueva política en la actividad del movimiento de los oprimidos, para lograr vencer y para consolidar la victoria.
Estamos abocándonos a una nueva etapa de acontecimientos que pueden ser decisivos, de grandes retos y enfrentamientos, y de posibilidades de cambios sociales radicales. Es decir, una etapa en la que predominarán la praxis y el movimiento histórico, en la que los actores podrían imponerse a las circunstancias y modificarlas a fondo, una etapa en la que habrá victorias o derrotas.
Comprender las deficiencias de cada proceso es realmente importante. Pero más aún lo es actuar. Concientizar, organizar, movilizar, utilizar las fuerzas con que se cuenta, son las palabras de orden. No se pueden aceptar expresiones de aceptación resignada o de protesta timorata: hay que revisar las vías y los medios utilizados y su alcance, sus límites y sus condicionamientos. Y hacer todo lo que sea preciso para que no sea derrotado el campo popular. La eficiencia para garantizar los derechos del pueblo y defender y guiar su camino de liberaciones debe ser la única legitimidad que se les exija a las vías y a los instrumentos. Las instituciones y las actuaciones tendrán su razón de ser en servir a las necesidades y los intereses supremos de los pueblos, a la obligación de defender lo logrado y la confianza y la esperanza de tantos millones de personas. Esa debe ser la brújula de los pueblos y de sus activistas, representantes y conductores.
En la época que comienza se está levantando una concurrencia de fuerzas muy diferentes e incluso divergentes, a quienes unirán necesidades, enemigos comunes y factores estratégicos que van más allá de sus identidades, sus demandas y sus proyectos. Y solamente tendrá probabilidades de triunfar una praxis intencionada, organizada, capaz de manejar los datos fundamentales, las valoraciones, las opciones, la pluralidad de situaciones, posiciones y objetivos, las condicionantes y las políticas que están en juego.
La radicalización de los procesos deberá ser la tendencia imprescindible para su propia sobrevivencia. Serían suicidas los retrocesos y las concesiones desarmantes frente a un enemigo que sabe ser implacable, pero lo principal es que — dado el nivel que han alcanzado la cultura política de los pueblos y las esperanzas de libertad, justicia social y bienestar para todos — los movimientos, los poderes y los líderes prestigiosos y audaces solo podrán multiplicar las fuerzas populares y tener opción de vencer si ponen la liberación efectiva de los yugos del capitalismo en la balanza de sus convocatorias a luchar.
La política revolucionaria no puede conformarse con ser alternativa. La naturaleza del sistema lo ha situado en un callejón sin salida en general, pero su poder y sus recursos actuales le permiten un amplio arco de respuestas contra los procesos en curso, y también puede dejarle un nicho de tolerancia a algunas alternativas mientras combina la inducción y la espera hasta que se desgasten. En la medida en que vayamos obteniendo triunfos y cambios de nosotros mismos, convertiremos las alternativas en procesos de emancipación humana y social.
Mientras exista la opresión, la explotación y la dominación capitalista, no habrá soluciones ni regímenes políticos y sociales satisfactorios para las mayorías, ni serán duraderos. La liberación de los seres humanos y las sociedades es lo que abrirá las puertas a la creación de un mundo nuevo. ¿Parece demasiada ambición? Sí, naturalmente. Pero es lo único factible.

Sí, la colonización es un crimen contra la humanidad. Bruno Guigue Oumma

Sí, la colonización es un crimen contra la humanidad.  Bruno Guigue
Oumma

Traducido del francés para Rebelión por Caty R.

Tras declarar que «la colonización es un crimen contra la humanidad, una auténtica barbarie», Emmanuel Macron ha desencadenado un torrente de indignación. Se ha dicho que esa declaración no es más que puro oportunismo, que el candidato de « En marche», como de costumbre, dice todo y lo contrario. En noviembre de 2016 declaró: «Entonces sí… en Argelia hubo tortura pero también el surgimiento de un Estado, de riqueza, de clases medias, esa es la realidad de la colonización. Hay elementos de civilización y elementos de barbarie». Cierto, ¿pero si por una vez Emmanuel Macron hubiera tenido razón? La reacción chovinista suscitada por sus opiniones, en cualquier caso, demuestra que el revisionismo colonial forma parte del ADN de la derecha francesa.
Hay que oír despotricar a esos humanistas de doble rasero cuando se señala con el dedo esa página siniestra de la historia de Francia. Para Bernard Accoyer, secretario general de los Republicanos, «esas declaraciones constituyen un insulto a la historia de Francia y a la memoria de millones de franceses. No honran al candidato a la presidencia, que opta por el arrepentimiento en vez de hacer una lectura objetiva de nuestra historia. Un arrepentimiento, siempre agitado por la izquierda y la extrema izquierda, que por desgracia contribuye a la desconfianza hacia su país de una parte de las nuevas generaciones».
¡Pero es todo lo contrario! Para que un francés se sienta insultado por esa afirmación tiene que haber hecho una lectura superficial del pasado nacional. ¿Los millones de víctimas del colonialismo francés desde hace tres siglos serían una cantidad insignificante? ¿Por el hecho de ser patriota hay que suscribir una narrativa colonial de cuento de hadas? Que Francia se proclame patria de los derechos humanos no prohíbe a sus ciudadanos verificar si esa proclama se ha mantenido a lo largo de su historia. Es su obligación. Y tras el examen el veredicto es severo. Algunos de sus electores puede que lo hayan olvidado, monsieur Accoyer, pero la conquista de Argelia fue una expedición asesina, la ocupación de ese país una humillación permanente para sus habitantes y la guerra de liberación una carnicería (300.000 muertos) provocada por la obstinación del colonizador.
Pero Bernard Accoyer solo nos ofrece el aperitivo. Entre los nostálgicos del orgullo ofendido está la presidenta del Frente Nacional, que se lleva la palma. En su página de Facebook califica directamente de «crimen» las opiniones de Emmanuel Macron: «¿Hay algo más grave, cuando se quiere ser presidente de la República, que ir al extranjero para acusar de un crimen contra la humanidad al país que se quiere dirigir?», pregunta la candidata del FN, «al utilizar esa argumentación, probablemente por razones puramente electoralistas, es Macron quien comete un crimen. Lo comete contra su propio país». Ha dicho. Al unísono la derecha y la extrema derecha asestan una singular doctrina según la cual el crimen no es el colonialismo, sino el hecho de denunciarlo.
Contra esas imposturas reaccionarias hay que leer lo que escribió Aimé Césaire en 1955 en su magnífico Discurso sobre el colonialismo. Cita al coronel Montagnac, uno de los conquistadores de Argelia: «para expulsar las ideas que me asaltan algunas veces corto cabezas, no cabezas de alcachofas, sino cabezas de hombres». Da la palabra al conde de Herisson: «Es verdad que trajimos un barril de orejas recolectadas, par a par, de los presos, amigos o enemigos». También cita a Pierre Loti contando en Le Figaro la toma de Thouan-An (Indochina) en 1883: «¡La gran matanza había empezado! Y era un placer ver, bajo un mando metódico y seguro, esos haces de balas, tan fácilmente dirigibles, abatirse sobre ellos dos veces por minuto. Se veían gente totalmente enloquecida que se levantada poseída por el vértigo de correr. Avanzaban en zigzag a través de esta carrera de la muerte y se remangaban la ropa hasta los riñones de una manera cómica… y después nos divertíamos contando los muertos». Y sí, esos horrores también forman parte de nuestra historia.
Por todas partes la conquista colonial fue espantosa. El colonizador deshonró la bandera tricolor. Ahogó en sangre a los pueblos martirizados por aquellos que pretendían llevarles la civilización a punta de fusil. Por eso, en todas partes, los pueblos colonizados enarbolaron el estandarte de la revolución. Cansados de que los tratasen como objetos querían convertirse en «sujetos de su propia historia», como decía Lenin en sus teorías proféticas sobre el derecho de las naciones a disponer de sí mismas (1916). Pero en Indochina, en Argelia, en Madagascar, en Camerún, las revoluciones populares chocaron con una represión despiadada. Para mantener el viejo orden la máquina de guerra colonial perpetró crímenes masivos y consumó innumerables carnicerías.
¡Lea, pues, al gran Aimé Césaire, monsieur Accoyer, eso le cambiará del Figaro-Magazine!: «Habría que estudiar cómo trabaja la colonización trabaja para ‘descivilizar’ al colonizador, para embrutecerlo en el sentido literal de la palabra. Para degradarlo y despertar sus ocultos instintos, la codicia, la violencia, el odio racial, el relativismo moral. Y habría que mostrar después que cada vez que en Vietnam se corta una cabeza o se revienta un ojo y en Francia se acepta, que cada vez que se viola a una niña y en Francia se acepta, se tortura a un malgache y en Francia se acepta, hay un bagaje de la civilización que es un peso muerto, se opera una regresión universal y se instala una gangrena ».
Lo menos que se puede decir es que esa gangrena está siempre en las mentes. Como dijo Marx a propósito de las atrocidades cometidas por los ingleses en la India en 1853, «La hipocresía profunda y la barbarie inherente a la civilización burguesa se despliegan sin disimulo ante nuestros ojos pasando de su hogar natal, donde asume formas respetables, a las colonias, donde se presenta sin tapujos».
Sí, es un hecho. El crimen colonial hizo estallar en pedazos las barreras morales que la clase dominante se imponía en otros lugares. Señalar la atrocidad del crimen colonial es llamar por su nombre a esa historia dolorosa. El colonialismo es una violencia al cuadrado, multiplicada por el sentimiento de superioridad racial del colonizador sobre el colonizado. Perpetrado en los cinco continentes, de Colón a Netanyahu, el colonialismo es un crimen contra la humanidad porque niega la humanidad de aquél a quien oprime.
Fuente: https://oumma.com/oui-la-colonisation-est-un-crime-contre-lhumanite/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.

domingo, 26 de febrero de 2017

Fidel después de Fidel. José Raúl Gallego Ramos La Tiza. Con este texto de Gallego, desde Camagüey, comienza en La Tiza la publicación de un grupo de valoraciones escritas por jóvenes que provienen de distintas profesiones, espacios culturales y visiones de la Cuba que será, motivados por la pregunta que da inicio al texto.

Fidel después de Fidel. José Raúl Gallego Ramos
La Tiza.  
Con este texto de Gallego, desde Camagüey, comienza en La Tiza la publicación de un grupo de valoraciones escritas por jóvenes que provienen de distintas profesiones, espacios culturales y visiones de la Cuba que será, motivados por la pregunta que da inicio al texto.

“Después de Fidel ¿qué?” ha sido la idea que nos ha reunido a un grupo de jóvenes para reflexionar y debatir acerca del futuro a corto y mediano plazo de Cuba luego de la muerte de Fidel Castro, máxima figura del proceso revolucionario iniciado en 1959.
Considero que para hacer productivo este debate, la pregunta debe ser planteada desde dos dimensiones, que aunque complementarias, no necesariamente tienen iguales implicaciones: 1- Fidel entendido como figura con capacidad de acción real sobre las políticas que determinan el rumbo del país y; 2- Fidel entendido como generador de pensamiento y de un corpus ideológico.
En el caso de la primera dimensión, la pregunta en cuestión podría plantearse incluso mucho antes del 25 de noviembre de 2016. A mi juicio la incidencia real, puntual y concreta de Fidel sobre las decisiones y políticas del país estaba bastante limitada -ya sea por salud, voluntad propia, estrategia política o una mezcla de todas- algún tiempo después de que renunciara a sus cargos y comenzara el primer período de Raúl Castro como Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y presidente electo de los Consejos de Estado y de Ministros.
Cuba tiene un vacío enorme en términos de comunicación política y visibilidad de los procesos de gobernanza que limitan una valoración profunda en una cuestión tan complicada como esta; pero si se analizan las reflexiones publicadas por Fidel se puede observar cómo su foco de interés estuvo concentrado en mayor medida en temas generales de política internacional e históricos, y estos últimos incluso fueron cediendo espacio ante temáticas relacionadas con la protección del medio ambiente, el desarrollo sustentable, la conservación de la especie humana y otras. También resulta sintomático que varios de los programas de la llamada Batalla de Ideas, impulsada por Fidel a principios de siglo, fueran desapareciendo o recibiendo muchísimo menos recursos y prioridad –por razones económicas o de planificación- luego de la toma de poder de Raúl Castro.
Por otra parte, las sustituciones de cuadros y ascenso a puestos claves del gobierno y la economía de figuras con formación y funciones militares, así como el posicionamiento de empresas militares en las principales ramas de la economía (turismo, importaciones, construcción) también estaban consolidados mucho antes del 25 de noviembre de 2016.
Por tanto, en este sentido, no creo que la muerte de Fidel signifique un elemento decisivo para el cambio de rumbo en las medidas que ha adoptado o dejado de adoptar la máxima dirección del país en la última década.
Ahora bien, si pasamos a la segunda dimensión, las respuestas a la pregunta podrían ser muy diferentes. Luego de cinco décadas en que las ideas y criterios de Fidel -incluso aquellos que resultaron menos afortunados- marcaran los derroteros del país, es de esperar que todo ese núcleo de pensamiento plasmado en términos éticos y también prácticos, siga teniendo una presencia real, como ha sucedido con la mayoría de los grandes líderes y estadistas de la historia.
Y aquí, lo primero que debemos preguntarnos entonces es: ¿A qué llamamos “pensamiento de Fidel”? ¿Cuáles son sus dimensiones y categorías? ¿Cómo se integran y relacionan en un sistema conceptual coherente y orgánico? ¿Podemos realmente dar respuestas a estas preguntas o estamos cosificando un grupo de ideas en algo que llamamos “pensamiento de Fidel”, mitificado al estilo barthesiano y que intenta pasar por obvio algo que en realidad tienen mucho de desconocido?
Por alarmante que suene creo que esta es una tarea pendiente, que requiere de mucho trabajo serio, estudio, análisis crítico, sincero y desprejuiciado que posibilite ordenar y construir –entre la múltiple producción de ideas de Fidel sobre todo la expresada oralmente en sus discursos– la síntesis del pensamiento fidelista. De lo contrario, lo que puede ser un reservorio conceptual importante para el sostenimiento y perfeccionamiento de la obra social y los principios de la Revolución, pudiera petrificarse en un conjunto fraseológico descontextualizado y empleado a conveniencia por los nuevos “guardianes de la fe”, “los más fidelistas que Fidel” –que ya existen y de seguro seguirán emergiendo– para mantener las posiciones de poder que poseen o para conquistar nuevos espacios, incluso cuando proponen y ejecutan acciones contrarias al propio pensamiento que dicen defender.
Y esto no es una suposición o un escenario posible, es algo que ya sucede. Un pequeño ejemplo reciente: Luego de que finalizaron los nueve días de luto oficiales por la muerte de Fidel circuló por las instituciones culturales del país un documento con un grupo de veinte medidas que limitaba la realización de cualquier tipo de actividad festiva, bailable o humorística durante todo el mes de diciembre en espacios públicos, instituciones y medios de comunicación, incluyendo el fin de año, con toda la significación cultural que encierra esa fecha para la mayoría de los cubanos.
En resumen, era una forma disimulada de establecer un luto extendido y forzado que además de ser contraproducente política y simbólicamente, se encuentra en franca contradicción con el deseo explícito de Fidel de redactar una norma legal que impidiera que el país se llenara de estatuas, pinturas y espacios con su nombre e imagen. Por suerte, a poco más de una semana de haber circulado las “Indicaciones sobre el ajuste de la programación de diciembre”, los estados de opinión pública o la decisión de alguien posicionado en las altas esferas políticas, hicieron que se desestimaran algunas de sus orientaciones más excesivas y quedaran como “un error de interpretación”.
Cuba se encuentra inmersa en un proceso necesario e impostergable de transformaciones económicas y sociales, en medio de un contexto internacional marcado por el repunte de ideologías conservadoras, y la mayoría de las decisiones que se pueden tomar en función de mejorar la economía nacional en un mundo predominantemente capitalista traen aparejadas cuotas de riesgo que no pueden dejar de desconocerse. En este sentido es importante tener presentes los principios de equidad, justicia social y soberanía plasmados en buena parte del ideario de Fidel.
Sin embargo, los cubanos tenemos en José Martí el ejemplo palpable de cómo, en demasiadas ocasiones, un sistema de pensamiento profundo, complejo y crítico puede ser reducido a frases descontextualizadas, simplificado, despojado de su complejidad y usado a conveniencia lo mismo para impulsar, que para contener. Sirva de ejemplo, aquella frase de que “la prensa es otra cuando se tiene en frente al enemigo”(A nuestra prensa, 1892) tan sacada de contexto, malinterpretada y manida dentro del gremio periodístico cuando quiere justificarse la censura sobre el ejercicio de la crítica.
Sin ir muy lejos, la propia definición ética que dio Fidel sobre el término Revolución en mayo de 2001, se ha convertido ya en una especie de consigna que se reitera a la par que se incumple en varios de sus puntos, y que debido al sobredimensionamiento que se le ha dado luego de la muerte de Fidel pudiera correr el riesgo de convertirse en la síntesis que sustituya todo su ideario. Por otra parte, al ser un pensamiento planteado en términos éticos, puede dar lugar a diferentes interpretaciones: “cambiar todo lo que debe ser cambiado” puede servir de bandera lo mismo a tesis progresistas y revolucionarias, que a otras conservadoras y neoliberales. Muchos de los grandes avances y retrocesos que en materia social y política ha vivido la humanidad, se han hecho utilizando la palabra “cambio” como consigna.
Por otro lado, a diferencia del ideario martiano, el pensamiento de Fidel no solo está planteado en términos éticos, sino que también tiene correlato práctico en cuestiones altamente positivas como sistemas de salud y educación universales, gratuitos y con amplios niveles de desarrollo; en políticas para el fomento de las capacidades científicas, culturales y deportivas de los ciudadanos; en la inclusión de las mujeres como grupo social activo de pleno derecho, entre otras. Pero también está concretado en un sistema político unipartidista y vertical que desborda los límites de sus funciones y que por lo general no ha sido lo suficientemente inclusivo ni tolerante con otras formas de pensamiento; un modelo de gobierno y participación ciudadana que presenta serias limitaciones para el ejercicio democrático pleno a todos los niveles; y un modelo económico necesitado de transformaciones urgentes que afecta considerablemente el mantenimiento de las conquistas de la Revolución, por solo citar algunas de las áreas más conflictivas.
Pensar que las características de estas estructuras –que responden a circunstancias y situaciones específicas– son sinónimo de premisas inamovibles para el futuro de Cuba o equipararlas con la concreción práctica unívoca de los principios del socialismo, pueden hacer que el pensamiento de Fidel –o el uso de lo que se presente como el pensamiento de Fidel– se convierta más en un freno que en un motor.
Por tanto, respondiendo a la pregunta inicial de este trabajo, uno de los principales retos que tiene Cuba después de Fidel, es que seamos capaces de establecer con su ideario lo que no fuimos capaces de hacer en casi medio siglo: lograr un diálogo horizontal, crítico, desacralizado con sus ideas y proyectos, tanto aquellos que están formulados en términos éticos como los que se encuentran concretados en instituciones, sistemas o modelos. Que las frases y pensamientos de Fidel no sean empleados como argumentos de autoridad esgrimidos para poner puntos finales a debates que resulten “incómodos”, que no se conviertan en la barrera que impone los límites infranqueables en función de determinados criterios e intereses, en el catecismo a profesar sin cuestionar. Que las aristas de su pensamiento se conviertan en un lugar de búsqueda, de estudio, de reflexión, de inspiración –para el que así lo sienta– pero sin jerarquías ni tabúes; como estímulo y nunca como pauta.
Ese es el gran reto. Difícil, complicado y con toda sinceridad, pienso que nos costará mucho afrontarlo con éxito por tres razones fundamentalmente: 1- Porque es muy poco probable que al menos en el corto y mediano plazo logremos establecer con el pensamiento de Fidel una relación diferente a la de idolatría/temor que se estableció con el propio Fidel; 2- Porque el trabajo político ideológico en Cuba de manera general se ha caracterizado por el consignismo y la sobresaturación, más que por la creatividad y la mesura, y resulta ingenuo pensar que el pensamiento de Fidel no sufrirá las mismas lógicas de reducción, sacralización y repetición a las que han sido sometidos los idearios martiano, marxista, guevariano, maceísta entre otros; y 3- Porque lo que hemos visto en estos primeros meses por los medios de comunicación reafirma las dos razones anteriores.
No obstante, el solo hecho de plantear, discutir y confrontar abiertamente sobre estas ideas resulta saludable para evitar la cosificación del pensamiento fidelista en un sistema cerrado, dictatorial y excluyente. Sobre todo, son una señal esperanzadora cuando la idea nace, sin censuras ni condicionamientos previos, de manera espontánea en un grupo de jóvenes.
Ojalá iniciativas como estas ganen en convocatoria, apoyo y difusión, y no les toque caer –como ha ocurrido muchas veces– en la “lista negra” de algún funcionario de sapiencia superior e hipersensibilidad patriótica que las condene descargando un puñetazo seco sobre su buró mientras una sensación de ira le recorre desde la punta de la barriga hasta donde logra abrochar el último botón de la guayabera y espeta lleno de pasión cólerica: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución, nada”.

Entrevista a Jeanette Vizguerra, inmigrante refugiada en una iglesia "¿Qué pasaría si este país realmente se quedara sin la mano de obra de los inmigrantes?" Amy Goodman Democracy Now!

Entrevista a Jeanette Vizguerra, inmigrante refugiada en una iglesia
"¿Qué pasaría si este país realmente se quedara sin la mano de obra de los inmigrantes?"
Democracy Now!

ORIGINAL EN ESPAÑOL
En Denver, Colorado, una mujer indocumentada madre de cuatro hijos buscó refugio en una iglesia el miércoles,después de que funcionarios del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE por si sigla en inglés) le negaran su solicitud para permanecer en Estados Unidos. Jeanette Vizguerra no se presentó a un control de rutina con funcionarios del ICE y, en su lugar, llevó a su familia a la Primera Iglesia Unitaria. Vizguerra llegó a Estados Unidos desde México en 1997, hace 20 años. Previamente había obtenido cinco aplazamientos de deportación, pero dijo el miércoles que dudaba de poder ganar aplazamientos similares bajo el gobierno de Donald Trump. Jeanette se comunica con nosotros desde su santuario, dentro de la Primera Iglesia Unitaria en Denver.

AMY GOODMAN: Bienvenida Jeanette a Democracy Now! ¿Por qué se ha refugiado en la Primera Iglesia Unitaria de Denver?

JEANETTE VIZGUERRA: En 2013, cuando regresé de México, y sabía que mi caso solo estaba bajo la discreción de ICE, que no estaba en cortes, empecé a buscar opciones para poder seguir resistiendo, poder quedar aquí. Y empecé el proceso para crear la Coalición Santuario, aquí en Denver, pensando en que en algún momento lo iba a necesitar. No lo había necesitado, no lo había tenido que necesitar hasta ese momento, la primera persona en usarlo fue Arturo Hernández, que afortunadamente sigue aquí con su familia, su caso no ha terminado, pero sigue luchando, y viendo que mi extensión de tiempo terminó y no tenía respuestas, y el silencio que tenía el Departamento de Seguridad Interior, que decían que estaban evaluando mi caso, que estaban evaluando mi caso, me hizo sentir por las acciones que pasaron la semana pasada, con el arresto y deportación de Guadalupe. Y el arresto también de un joven soñador, Daniel, me hizo sentir que yo iba a correr el mismo riesgo y decidí venir y estar en la Iglesia.

AMY GOODMAN: Usted ha vivido en Estados Unidos durante 20 años. ¿Por qué decidió venir a este país en 1997?

JEANETTE VIZGUERRA: Sí, tengo 20 años viviendo aquí, yo vine en el año 97 con mi esposo y mi hija. Mi esposo vino primero, tres meses después, nosotros. Fue por seguridad, ya que mi esposo había sufrido tres secuestros express en México.

AMY GOODMAN: Usted tiene cuatro hijos. ¿Nos puede decir cuáles son sus nombres y sus edades?

JEANETTE VIZGUERRA: Sí, tengo cuatro niños. La mayor tiene cerca de 27 años. Ella está protegida bajo el programa de DACA, ella nació en México. Los otros tres son nacidos aquí. Luna, de 12 años; Roberto, 10; y la pequeña, Suri, de 6 años.

AMY GOODMAN: ¿Cómo les está afectado a sus hijos la situación por la que usted está pasando? Ellos vinieron con usted a la iglesia.

JEANETTE VIZGUERRA: Ellos ya tenían un poco de experiencia en esto, ya que siempre están a mi lado trabajando. Todos estos años, yo siempre les expliqué a ellos, cuando se fundó la Coalición Santuario, que en algún momento yo lo iba a necesitar. No estaban felices por la decisión, ayer lloramos, nos abrazamos. Pero también, ellos me dieron la confianza que necesitaba, porque dijeron que estaba en un lugar seguro, a diferencia de si me hubieran deportado y estuviera en México. Que todavía estábamos juntos como familia.

AMY GOODMAN: ¿Qué quiere decirle a las otras iglesias que están considerando proporcionar refugio a inmigrantes, como lo ha hecho la iglesia donde usted se encuentra, la Primera Iglesia Unitaria en Denver?

JEANETTE VIZGUERRA: Bueno, en este momento son nueve iglesias, nueve iglesias de las cuales solo dos son de santuario físico. En la otra iglesia está Ingrid, que es otra compañera que lleva más de tres meses. Tenemos las otras siete de santuario de apoyo, pero sí necesitamos más iglesias, porque vemos que la amenaza, Trump, es real. Y necesitamos proteger a nuestras familias.

AMY GOODMAN: ¿Cuál es su mensaje para el presidente Trump, Jeanette?

JEANETTE VIZGUERRA: Mi mensaje para el presidente Trump es que no está haciendo lo correcto, no solo con la comunidad inmigrante de diferentes países, incluyendo la musulmana. Está manejando mal la situación del país, él está actuando más como una persona individual que quiere poder, quiere atención, y no se está fijando en el daño que le está haciendo al país. La tercera parte del país no lo quiere, está manejando la situación mal. ¿Qué pasaría si este país realmente se quedara sin la mano de obra de los inmigrantes? Las industrias de hostelería, restaurantes, construcción, el campo… No tendrían gente para trabajar. Por lo tanto, el país estaría perdiendo dinero. La otra cosa que quisiera decirle es que yo soy solo una madre que ha venido a trabajar muy duro para que mis hijos tengan una mejor vida. A él no le ha tocado porque él tiene dinero, tiene poder, a sus hijos no les ha tocado sufrir. Pero, aun con todo ese dinero que él tiene y ese supuesto poder, si un día les pasa algo a sus hijos, ese dinero no les va a ayudar si tienen alguna enfermedad terminal. Y, ¿qué significa ser un criminal para él? En mi caso, por haber manejado sin permiso, con licencias vencidas, y tratar de utilizar unos documentos falsos para poder trabajar y llevar comida a la mesa, soy un criminal. ¿Y cómo le vamos a llamar a él, que por tantos años no ha hecho lo correcto al pagar sus impuestos? Eso es evasión de impuestos y también es un crimen.

AMY GOODMAN: Eso es algo que se malinterpreta a menudo en este país. Jeanette, usted ha pagado impuestos durante todos estos años.

JEANETTE VIZGUERRA: Sí, durante 20 años. Desde el año 98, en el que yo comencé a trabajar y mi esposo también, hemos pagado nuestros impuestos. Año con año. Y muchas veces, el dinero que pagamos los inmigrantes, unos no reclaman ese dinero, es dinero que se queda aquí en el país. Yo le diría: Si me vas a deportar, si me vas a regresar, ¿[qué hay] del dinero de 20 años de trabajo que yo he dejado en este país?

AMY GOODMAN: Jeanette, usted ha sido arrestada en dos ocasiones, una por estar en posesión de documentos falsos, nos gustaría que explicara qué ocurrió, y otra porque regresó a México para el funeral de su madre.

JEANETTE VIZGUERRA: Sí, la primera vez fue por esa razón. La segunda vez fue, al cruzar la frontera, lo que ellos llaman ‘reentry’, pero que al final es una falta administrativa, ese es el segundo cargo. Entonces, por esa razón, quedé con orden final de deportación, y he seguido luchando, y ellos mismos estuvieron dando las extensiones de tiempo. No entiendo por qué razón ahora, tal vez por la nueva administración, está sucediendo todo esto, que me negaran la extensión de tiempo.

AMY GOODMAN: En este momento los líderes electos en Denver están apoyándola, desde el congresista Jared Polis, quien emitió un extenso comunicado y ha tratado de realizar una propuesta de ley en el Congreso para asegurar que usted pueda permanecer en este país, hasta el alcalde Hancock y la congresista Diana DeGette. ¿Qué significa para usted este apoyo?

JEANETTE VIZGUERRA: Bueno, sí, hay diferentes personas elegidas que han estado apoyando mi caso. El congresista Polis, que ha soportado poniendo un ‘bill’ privado por más de tres años, que es un respaldo político para mí. El senador Bennet, que también desde el año 2009 ha estado apoyando mi caso. Si yo necesito cartas, en su oficina me las dan. Y ahora está saliendo la congresista Diana DeGette; me ha apoyado también el concejal Paul López; ahora, Michael Hancock, también quiere aportar. Entonces, ellos están viendo la necesidad de parar con estas cosas que está haciendo el presidente Trump. No es justo que se esté atacando de esta manera a las personas.

AMY GOODMAN: Finalmente, ¿cuál es el mensaje que quiere enviar a la personas inmigrantes como usted que estén viendo o escuchando esta entrevista?

JEANETTE VIZGUERRA: Lo que yo les puedo decir es que desde que llegamos a este país nuestra vida es una lucha, una lucha constante y que, aunque estos cuatro años van a ser muy difíciles, no nos tenemos que rendir. En el pasado tuvimos leyes similares, que nos estaban afectando; trabajamos muy duro organizándonos, uniéndonos, y pudimos quitar todas esas leyes. Ahora no va a ser la excepción. Van a ser cuatro años difíciles, pero no imposibles. Al igual que yo, necesitan resistir. No sé cuántos días, meses o incluso hasta años voy a estar aquí, en esta iglesia, pero sé que en algún momento voy a salir, y voy a salir victoriosa, porque aunque esté aquí adentro, todavía puedo hacer mucho para mi comunidad. La tecnología es una parte importante.

AMY GOODMAN: ¿Cuánto tiempo está dispuesta a permanecer en la iglesia, refugiada en la Iglesia Unitaria?

JEANETTE VIZGUERRA: No sé cuánto tiempo, todo va a depender de la discreción de ICE. Si niegan mi aplicación en Washington también, voy a continuar luchando hasta que haya algún cambio. _______________ Producido por Democracy Now! y Democracy Now! en Español.

Fuente: http://www.democracynow.org/es/2017/2/17/madre_indocumentada_necesitamos_iglesias_refugio_en